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Archive for the ‘¿Sabías Qué…?’ Category

por Carlos Velázquez

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Tom Waits

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El último poeta maldito auténtico, Tom Waits, tiene disco nuevo. “Bad as me” es, sin duda, su mejor trabajo desde “Mule Variations”. Entre estas dos producciones se encuentran varios discos del poeta de Sebastopol. Algunos más afortunados que otros, pero todos igual de ambiciosos. El más afortunado es “Real Gone”. Pero a este antecede “Alice” y “Blood Money”. Y después aparecerá “Orphans: Brawlers, Bawlers & Bastards” y el disco en vivo “Glitter and Doom”. “Mule Variatios” marcaría la entrada de Waits al sello discográfico Anti, casa que grababa música predominantemente punk.

 Al mismo tiempo, la salida de Tom de Island Records se vería enmarcada por el lanzamiento de “Beautiful Maladies”, un disco de éxitos de uno de sus periodos más exuberantes de su discografía. El solo conteo de estas obras da una dimensión de la prolífica carrera del poeta del crack of down, tomando en cuenta que ha dejado atrás sus años de juventud, esto es toda una hazaña. Por si fuera poco, en medio de todo esto, apareció “Used Songs: 1973 -1980”, éxitos correspondientes a su etapa en “Asylum Records”, álbum que viene a complementar el paisaje recopilatorio sugerido por Island.

El arribo de Waits a Antic le permitió una experimentación por la percusión de objetos metálicos con los que coqueteó en discos como “Bone Machine”, pero que desde antes había llevado al máximo en “Big Time”, disco en vivo. La obra de Waits postMule se fue imbricando más y más, hasta situarse por completo totalmente alejada de lo que hizo para Asylum (más de siete producciones) y de lo que propuso en Island, destaca por sobre todo la trilogía constituida por
“Sworfishtrombones”, “Rain Dogs” y “Fran’k Wild Years”, sus trabajos más celebrados hasta entonces.

 A tal grado se plantearon universos musicales tan disímbolos, que él único hilo conductor entre todas estas obras es la voz, porque la banda a la que Tom había conservado por muchos años se fue diluyendo con la aparición de los últimos discos. “Mule Variatios” marca un abismo en el corpus tomwaitsiano. Me atrevería incluso a afirmar que es una obra que no se ha superado. Si bien las ambiciones propuestas en dos discos temáticos o conceptuales como “Alice” y “Blood Money” pretendían situar a Tom como un creador de todo un sistema de pensamiento, aderezado con la estructura del formato suite y el dramatismo de la ópera. Estos discos, que fueron lanzados casi de manera simultánea nos ofrecen a un Tom en búsqueda, pero sin el tino para los hallazgos a lo que nos tenía acostumbrados. 

La aparición de Real Gone fue un soplo de aire fresco, en primera instancia parecía devolvernos al Tom de antaño, con el natural impulso de atacar un nuevo álbum, sin embargo, este disco decae en ciertos tramos y otra vez no es la obra que contiene las alturas deseadas. Por supuesto que arrojar un álbum cinco estrellas tras otro es una labor titánica, el problema con estos discos es que Waits comenzaba a sonar repetitivo. Algo que llegó a su punto más insoportable en “Orphans: Brawlers, Bawlers & Bastards”, que sin duda contiene grandes canciones pero que nos ofrece a un Tom plagiario de sí mismo. Por otra parte, este disco tiene dos intenciones, que a mi gusto no cumple con ninguna de ellas, la primera es referenciarla como un cofre del tesoro tomwaitsiano, que a mi juicio no es tal, por lo mencionado y porque la escucha de estos tres discos es cansada. Y la segunda, que un álbum de tal naturaleza pretende ser un tour de force con la canción, algo de lo que Waits no tiene necesidad, porque sus mejores canciones ya estaban en otros álbums y las nuevas no pudieron superarlas.

 Desde 1999, fecha de salida de “Mule Variatios”, los altibajos eran una constante en el trabajo de Tom. Que existen grandes momentos, los hay, pero se diluyen entre tanto bandazo. Entonces, 12 años después aparece “Bad as me”, un disco que nos cae como un cubetazo de agua fría y nos devuelve al Tom más afortunado. Basta oír el primer corte, “Chicago”, para saber que el germen de este álbum es único y se demarca de los trabajos anteriores. “Chicago”, es un ska, un ritmo con el que Tom había coqueteado pero no de manera tan flagrante. El resultado es una de las piezas más portentosas que ha escrito su autor. La escucha total del disco nos remite un poco a lo hecho en el pasado, en especial a la trilogía “Sworfishtrombones, Rain Dogs y Fran’k Wild Years”. En “Bad as me” habita el espíritu que habita en las obras atrás mencionadas. El segundo corte, “Raised Right Men” le debe muchísimo al trabajo de Grinderman y al último Nick Cave and the bad seed, que a su vez le deben mucho a Waits. Es extraño que no exista una colaboración entre estos dos. Debería de darse. 

“Talkin at the same time” recupera la atmósfera cabaretera del primer Tom, mezclada con el trasfondo oscuro que tanto le gustó poner en práctica en sus discos para Asylum. Y nos remite por supuesto a aquella gran banda que tuvo a principios de los 90, en la que entre otros músicos contaba con Greg Cohen y Marc Ribot. “Get lost” es puro Tom Waits, en el mejor sentido de la palabra, en su jugo, portentoso, con un swing envidiable, sólo puesto en marcha por él. “Face to the highway” es el típico relato tomwaitsiano que alude a presencias que no son de este mundo, la atmósfera onírica es aquí tan fuerte pero que está remarcada sobre todo por un sonido que nos remite al western.

Aunque el relato no se desarrollé en un lugar determinado, no deja de arrojarnos la sensación de tratarse de un relato de vaqueros. “Pay me now”, “Back in the Crowd” son el momento del Tom baladista, cortes que siempre están presentes en su obra, y que nos remiten a “Time” y a “November”. “Bad as me” vuelve a empujarnos hacia arriba y es el lamento cínico al que Tom nos tiene acostumbrados pero en el que al igual a rolas antiguas el poderío se encuentra en los metales y en la guitarra. Con un tinte de drama, que no deja de tener toda su obra, Tom lo conjuga con el relator, el anfitrión de un espectáculo de carpa  ambulante.

Un punto significativo en el álbum es “Kiss Me”, el Tom cabaret, arrabalero al estilo “Nighthawks at The Diner”, pero con la impronta cosmopolita del siglo 21. “Satisfied” es otra vez el Tom con swing, con la perorata que le encanta estilo predicador, el declamador enfebrecido pero melo-odioso que no resiste a vociferar todo lo que registra.

“Last Leaf”, otra balada, marca una sencillez por la canción que Tom había dejado atrás entre tanta desesperación por ser antes que nada un ejemplo de la vanguardia, aquella que representó de manera inconsciente, pero se hizo latente y presente durante el periodo postmule y que era buscada a propósito.

“Hell broke Luce” es una gran canción, pero tal vez sea la menos afortunada, pues posee los vicios que están presentes en todo “Orphans: Brawlers, Bawlers & Bastards”.

El cierre, “New Year’s Eve” es la típica canción crepuscular de Waits, aquella que nos sugiere una sola imagen, la del capitán hundiéndose en su barco mientras se sujeta con rigidez la gorra sobre la cabeza y su otra mano saluda a la muerte con el patriotismo que no puede brindársele a ninguna
nación.

“Bad as me” era el disco de Tom que esperábamos desde hace 10 años.

http://www.zocalo.com.mx/

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Jane Wakefield

Cuero que crece y  tejidos biodegradables como los empleados esta chaqueta.

La moda del futuro ha sido retratada como algo rozando el ridículo, como los trajes que llevaban los protagonistas de la serie Viaje a las Estrellas. Collares con luces digitales, ropa con sensores ocultos, cables… Todas estas propuestas dan la sensación de ser un tanto grotescas, ideadas para rellenar un hueco que no necesita ser rellenado.

Sin embargo, para algunos, el futuro de la moda no está en el diseño, sino en las telas inteligentes, tejidos que incluso se pueden cultivar. Ese es el caso de la diseñadora Suzanne Lee, quien literalmente sabe cultivar su propia ropa. La idea le vino después de leer un libro sobre cómo lucirá la moda en 50 años.

«Tuve una conversación con un biólogo que me dio la idea de cultivar ropa en un laboratorio», explicó a la BBC, y eso es precisamente lo que estuvo haciendo recientemente en un taller en Londres. Empleando una mezcla de té verde, azúcar, bacterias y levadura, es capaz de «cultivar» un material que ella describe como «cuero vegetal».

La tela necesita unas dos semanas para crecer y puede entonces colocarse en un molde con el que se confeccionó un vestido, aunque bolsos y muebles también son una posibilidad. Pero este material, aclaró, también puede cortarse y coserse al modo tradicional.

No obstante, presenta algunos problemas dado que el material es biodegradable, por lo que pasados cinco años la ropa no se puede llevar ya que se pudre. «Llegados a ese punto puedes usarlo como composta junto con el resto de residuos vegetales», dice Ms Lee.

El hecho de que el material es de fabricación barata ahorra gran parte de los procesos asociados a fabricar ropa y es respetuoso con el medio ambiente, ha atraído el interés de grandes firmas de confección de ropa. «La industria textil de la moda está buscando desesperadamente reducir sus emisiones de dióxido de carbono y quiere materiales más sustentables», afirma.

El próximo paso del proceso será hallar un modo de conservar el tejido por más tiempo. «Para llegar a ello se necesita ciencia avanzada, pero con los fondos adecuados tiene el potencial de ser una alternativa radical a las telas convencionales», aseguró.

Aunque diseñar usando computadoras no es algo nuevo, su uso está poco extendido en el mundo de la moda, algo que el diseñador francés Julien Fournie quiere cambiar, al empezar a trabajar en la industria de la moda con Jean-Paul Gaultier, pero ahora está más en contacto con ingenieros que con «diseñadores».

Él forma parte de un equipo integrado por ingenieros de Dassault Systemes, una compañía de programación en Francia, dedicada sobre todo al diseño 3D de autos y vehículos para la industria aeroespacial. Los ingenieros trabajan en programas de diseño que puedan convertir los bocetos de Fournier en una nueva colección.

«Al principio era como una rata de laboratorio, muchos ingenieros e informáticos a mi alrededor. Pero ellos me escucharon, querían hallar soluciones para mí. Grabaron mis hábitos de trabajo, querían saber cómo hago mis creaciones», comentó.

Recientemente, Fournie ha experimentado con la confección de prendas de neopreno, un tipo de goma. “Es un material muy difícil de trabajar y la única forma de hacerlo sería uniendo las piezas con pegamento”, advirtió. «La idea de un vestido acoplado con pegamento no es muy sexy», dijo, así que presentó el problema a los ingenieros. «Hallaron la presión exacta que debe ejercer la aguja para no romper el material», dijo.

El programa puede también averiguar cómo ciertas telas se plegarán, algo que ahorra la necesidad de experimentar con costosos materiales. «Antes solía esbozar desde el frente, desde atrás y desde los lados, y era difícil. Ahora puedo diseñar directamente en 3D. Tengo una biblioteca digital de telas para

probar y puedo explorar nuevas formas y siluetas. Soy como un niño con un juguete nuevo».

El espejo mágico

La empresa Fashion Lab, trabaja en un «espejo mágico», que podría usarse en las tiendas para que la gente pueda ver una imagen virtual de sí mismos con distinta ropa. «La tienda podría tener un espejo mágico con un avatar personal con las medidas exactas de tu cuerpo para mostrarte cómo te verías con la ropa nueva», explicó Jerome Bergeret, director de FashionLab.

Admite que el proyecto todavía está en una fase temprana y todavía faltarían tres o cinco años antes de que se haga realidad. Tecnologías como ésta podrían ayudar a las tiendas de ropa a levantar cabeza en un mundo dominado por internet. Las tiendas de venta a través de internet han llevado al cierre de muchas tiendas y es por ello que ahora buscan soluciones tecnológicas para atraer clientes.

En el evento Future Fashion (moda futura) celebrado en el centro comercial Westfield de Londres, los compradores pudieron echar una ojeada a cómo las tiendas podrían llevar a cabo este plan en los próximos años. Un ejemplo, es que pudieron compartir sus compras a través de las redes sociales usando espejos con conexiones a Twitter y cabinas de Facebook.

Estos son proyectos piloto y el centro comercial no ha mostrado signos de apostar fuerte por estas tecnologías en un futuro cercano. Myf Ryan, director de marketing de Westfield, asegura que «la tecnología está cambiando irreversiblemente la forma en que compramos», y agregó «La cuestión es cómo puedes tomar lo bueno del entorno digital y crear un entorno más divertido para los compradores tradicionales».

BBC.com,  Jueves, 7 de junio de 2012

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1- UNAM DF 10
2.- UAM DF 9.01
3.- UANL NL 8.92
4.- BUAP PUE 8.78
5.- UDLAP PUE 8.77
6.- UAEM EDOMEX 8.61
7.-U ANÁHUAC NORTE EDOMEX 8.60
8.-UDG JALISCO 8.57
9.-ITESO JAL 8.53
10.-UDLA DF 8.47
11.-UVM DF 8.44
12.- IT DE PUEBLA PUE 8.42
13.- UDEM NL 8.37
14.- UPAEP PUE 8.34
15.- UAEM MORELOS 8.30
16.- U ANÁHUAC SUR DF 8.20
17.- UPN DF 8.06
18.-TESCO EDOMEX 8.05
19.- TESCI EDOMEX 8.02
20.- UPEMOR MOR 7.96
21.- UMAD PUE 7.95
22.- UNITEC EDOMEX 7.85
23.- UNIVA JAL 7.84
24.- ITS. DE LA SIERRA PUE 7.83
25.- INST. DE FILOSOFÍA JAL 7.81
26.- U. T. DE TECAMAC EDOMEX 7.80
27.- INSTITUTO DE CIENCIAS PUE 7.75
28.- CENTRO DE DISEÑO, CINE DF 7.75
29.- ITS DE ZACAPOAXTLA PUE 7.74
30.- UNITEC DF 7.74
31.- UCSJ DF 7.72
32.- ITS DE TEZIUTLAN PUE 7.64

 

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Metodología: El ranking otorga el mayor peso a la información numérica reportada por las Instituciones de educación Superior (IES), pero también se utilizan resultados de encuestas entre empleadores y académicos.

Para obtener la información de contactó a todas las IES del DF, Morelos, Querétaro, Puebla, Jalisco, Estado de México y Nuevo León que aparecieron en el formato 911 de la Secretaría de Educación Pública (SEP), para el ciclo 2010/2011 invitándolas a participar. Una vez aceptada la participaciones solicitó una carta autorizando a El Universal consultar los datos de la IES, en organismos oficiales para su comprobación. La carta es un requisito indispensable para participar, dado que la comprobación de la información que entrega cada IES, es central para la veracidad del ejercicio.

Ranking de IES

Para participar es necesario cumplir con los siguientes requisitos.

1) impartir un mínimo de cuatro programas en dos áreas del conocimiento, de las seis reconocidas por la ANUIES.

2) tener una matrícula mínima de mil estudiantes de licenciatura.

3) aplicar examen de  admisión

4) contar con validez oficial en los programas que imparten.

El ranking de IES consta de tres partes:

1) información cuantitativa sobre las IES proporcionada por éstas (60%)

2) encuesta a empleadores (20%)

3)  encuesta a profesores de las IES seleccionadas (20%)

Información cuantitativa: Se solicitó a las IES información sobre 10 variables relativas a acreditación institucional, posibilidad de evaluar a profesores por parte de los alumnos, investigación, docencia, servicios bibliotecarios y tecnología. El peso relativo de cada variable es diferente y fue determinado por el Consejo Asesor para el ranking de El Universal que también estableció valores mínimos y máximos.
Encuesta entre profesores: Cada IES entregó una lista de profesores con la que se conformó una lista de la que se eligieron 100 aleatoriamente (salto sistemático). La entrevista se hizo por correo electrónico, de manera personal o vía telefónica. Respondieron una pregunta: Calificación a cada IES, excepto a la que representaban. Se realizaron 100 entrevistas entre el 9 de enero y el 17 de febrero de 2012. Margen de error estadístico de +/-10% y 95% de confianza con p=.5
Ranking de 25 programas de licenciatura

Algunas IES no cumplían con los requisitos para participar en el ranking de IES pero acreditaban las condiciones para participar en alguno de los 25 ranking de programas: 1) Contar con validez oficial del programa a evaluar, 2) Tener al menos 5 años de impartir el programa, 3) Aplicar examen de admisión, 4) Contar con al menos 30 alumnos.

El ranking consta de dos partes:

1) Información cuantitativa sobre las IES proporcionada por éstas (70%)
2) Encuesta a profesores de las IES seleccionadas (30%)

Información cuantitativa (70%): Cada IES reportó para cada programa en el que participó datos de variables generales relativas a criterios de selección de estudiantes, docencia e incentivos laborales. Además, para cada programa se solicitaron indicadores específicos, dependiendo de las características de cada uno. Se establecieron valores mínimos y máximos, así como máximo de desviaciones estándar permitidas. Cada variable tiene un peso diferenciado calculado por el Consejo Asesor.

Encuesta a profesores (30%): Para cada programa se aplicó una encuesta a 100 profesores de tiempo completo que fueron seleccionados aleatoriamente. Fecha de levantamiento: 09 de enero al 17 de febrero de 2012. Se aplicó una pregunta evaluando el programa en todas las instituciones, excepto en la que laboran, con una escala del uno al cinco. Margen de error estadístico de +/- 10% y 95% de confianza con p=5.

Los resultados

1) Los resultados de todas las variables de las dos partes del ranking de Programas y las tres de IES fueron indexadas. El modelo además penaliza las variables (de indicadores numéricos) con no respuesta para evitar que sólo se envíe la información de las variables favorables.

Índices de Encuestas a Profesores: resultado indexado de la única variable.
Índice de Encuesta a Empleadores de IES: resultado indexado de la única variable.

2) Finalmente se calcularon los resultados finales con base en el promedio ponderado de los índices que constituyen cada ranking.

El Universal, 9 de junio 2012

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Investigadores estadounidenses advirtieron sobre la acción anticancerígena que se atribuye a algunos suplementos antioxidantes, que no ha sido demostrada científicamente y afirmaron que su ingesta incluso podría ser contraproducente.

Según un equipo de cinco científicos liderado por María Elena Martínez, de la Universidad de San Diego (California, Estados Unidos), los supuestos beneficios anticancerígenos de suplementos como el betacaroteno o las vitaminas C y E son «en su mayoría un mito».

En un artículo publicado hoy en la revista británica Journal of the National Cancer Institute, los expertos señalan que estas sustancias podrían incluso producir efectos biológicos que promueven el desarrollo de un cáncer.

La ingesta de antioxidantes se ha generalizado desde la popularización de la teoría de que previenen el envejecimiento y ciertas enfermedades como el cáncer, en cuyo origen podría tener un papel importante el estrés oxidativo de las células.

Sin embargo, según Martínez, la gente es «engañada por los mensajes de los fabricantes de suplementos», que subrayan los beneficios para la salud de sus productos, entre los que destacan la prevención del cáncer.

«La suposición de que cualquier suplemento dietético es seguro bajo cualquier circunstancia y en cualquier cantidad no se sustenta empíricamente», subrayó Martínez.

En los últimos años numerosos estudios en animales han apoyado la teoría de que estos suplementos, podrían reducir el riesgo de desarrollar un cáncer, sin embargo, sus conclusiones no han sido confirmadas aún mediante ensayos controlados y aleatorios, la «prueba de oro» en la medicina, argumentó Martínez.

Sólo un pequeño número de suplementos ha sido sometido a este tipo de pruebas, agregó Martínez, y algunos estudios han concluido que, de hecho, el riesgo aumentó tras la toma de dichos antioxidantes.

«La ingesta de antioxidantes exógenos puede ser una espada de doble filo. Estos componentes podrían actuar como pro oxidantes -el efecto contrario al que se pretende obtener- o interferir en algunos procesos protectores del organismo, como la inducción de la apoptosis», escribieron los investigadores en su artículo.

La apoptosis, o muerte celular programada, es un proceso por el cual las células con problemas provocan su propia muerte.

Diversos estudios experimentales han demostrado que los distintos tejidos del organismo responden de manera diferente a cada uno de los nutrientes, «por lo que un antioxidante asociado a la protección contra un cáncer en un tejido concreto podría causar daño en otro», concluye el artículo.

26 abril 2012. http://www.periodicocorreo.com.mx

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Valeria Perrazo 

 

Nacido en España y criado en México, emigró a Estados Unidos en los años 60, es el encargado de crear las historias y los dibujos del cómic «Bart Simpson», de culto entre los fanáticos de la familia de «Springfield».

En efecto, el dibujante hispano mexicano es el responsable de poner cuerpo y palabras a Bart Simpson, el niño terrible de la serie animada estadounidense más exitosa de todos los tiempos. Es, también, un fanático declarado de la familia de Springfield: en estos días está construyendo un cuarto especial para albergar su colección de recuerdos simpsonianos acumulados por dos décadas.

Su devoción por Los Simpson y su amistad con Matt Groening -el «padre» de los hombres amarillos-, le abrieron el camino para, desde 2009, dedicar su tiempo y su pluma a dar forma a las historietas de Bart, una edición impresa bimensual sobre el hijo de Homero. Aragonés, de profesión cartoonista -caricaturista-, es el responsable de las figuras y de las ideas. Contribuye en forma regular porque lo hace feliz, sobre todo: honores le sobran a este hombre de 73 años, nacido en España pero con el acento marcado por sus años en México, que llegó a Estados Unidos en 1962 con un vocabulario en inglés de apenas unas palabras y un portafolio lleno de bocetos. Desde entonces, se ha ganado los premios a los que aspira todo dibujante de cómics.
Mientras habla con BBC Mundo en su casa de California, tiene entre manos los bocetos del próximo número de Bart. Está en pleno proceso creativo, pero no revela detalle.

 

 

¿Matt Groening tiene la última palabra sobre lo que está creando?, le preguntamos.

«Los editores, primero, pero Matt ve la historia y se ríe o no se ríe… ¡la prueba de fuego!», dice Aragonés. Y después tiene que dejar satisfechos a dos clases de público: los seguidores de Los Simpson y los fanáticos de los cómics…

La gente a la que le gustan los cómic en Estados Unidos no los asocia con el programa de televisión. En los demás países los ven como lo mismo, como dos productos sobre la misma historia. Los coleccionistas estadounidenses son un caso aparte, muy exigente por cierto.

¿Cuál es el principal desafío de dibujar a Los Simpson?

Las ideas no son problema, porque estoy muy familiarizado con el pueblo y con los personajes. La dificultad es que el mundo que dibujo ya existe (en la serie televisiva) y cuando hago una sala tengo que dibujar esa sala que la gente conoce, no cualquier sala… Tengo que tener mucha atención con el detalle, así que busco constantemente en mis cuadernos de referencia y veo muchas veces cada episodio.

¿Eso no limita su espacio de creación?

No, tengo carta blanca para armar cualquier historia y dibujo a mi estilo. No puedo hacer cosas que no sean plausibles para el «universo Simpson», como que Bart pierda una mano, por ejemplo… Pero es muy divertido, no hay limitaciones porque se me ocurren ideas de a montones.

¿Cómo es el lector al que tiene en mente cuando dibuja?

Uy, es imposible saber quién es la audiencia de Los Simpson. A los niños les gusta por la simplicidad, la exageración, el color; a los que son un poco más grandes les gusta porque sienten «ay, estoy viendo esto que quizás mis papás no aprobarían» y para los adultos tiene ironía, humor inteligente, sátira social y política.

¿Cuál cree que es el secreto de la continuidad?

La clave es que los autores crearon una familia, que está en una calle, que está en un pueblo, y empezaron a crear a los ciudadanos de ese pueblo, cada uno con su propia personalidad. Así pueden seguir hasta el infinito, porque nosotros como espectadores los conocemos a todos y queremos saber sus historias: la del payaso, la del alcalde, la de los bandidos, todos… Es una maravilla como texto, como estrategia para lograr un humor que no se agota.

– Parte de ese humor se nutre de mostrar modelos de relaciones disfuncionales, tanto dentro de la familia como entre vecinos…

Exacto, la familia es completamente disfuncional, el pueblo es disfuncional, cada ciudadano que vive allí lo es. No hay una persona sana en Springfield, todos tienen deficiencias, y el éxito está en eso: en dejar la disfuncionalidad en evidencia.

Pese a que para los críticos del programa esa disfuncionalidad sea sinónimo de mal ejemplo…

No a todos les gusta ver esas disfuncionalidades porque son reflejo de lo que nos pasa a nosotros. La familia americana hoy, no entiende muchas cosas que para nosotros, como hispanos, que crecimos en un pueblo en los años 40, son normales. ¿Un ejemplo? Homero quiere ahorcar a su hijo, y para nosotros era normal que los padres o los maestros nos pegaran, aunque ahora nos hayamos dado cuenta de que no está bien… ver eso retratado y satirizado nos da risa, no lo entendemos como un intento de dar ejemplo. La serie apunta a eso: satiriza lo peor de lo peor y sirve para darnos cuenta de nuestros propios males.

¿Los Simpson tienen algo de todos y cada uno, quiere decir?

Exacto, son disfuncionales y normales a la vez. El único valor redimible es que, al final, la familia subsiste unida. El mensaje es simple: siempre triunfa el amor familiar.

 

Sergio Aragonés nació en Castellón, España, en 1937. Su familia emigró a Francia durante la guerra civil española y luego partió a México, donde vivió hasta los 24 años. En 1962 decidió abrir su horizonte como dibujante y viajó a Estados Unidos, sin más herramientas que una carpeta llena de sus creaciones. En 1963 comenzó a trabajar en la irreverente «Mad», la publicación de humor de más larga trayectoria en Estados Unidos, donde continúa publicando en cada edición.

Cuando el cómic «Bart Simpson» se volvió de edición bimensual, Aragonés empezó a colaborar regularmente. Lo hace desde el número 50, publicado en octubre de 2009. Ha aparecido como personaje en un episodio de la serie «Futurama», también de Matt Groening: era un autor de cómics que sobrevivía a los cataclismos y seguía dibujando en el futuro. Aragonés mismo grabó la voz de su animación. Su personaje favorito de la familia Simpson es Maggie, la hermana menor. «Es un bebé que no habla pero sabe hacer de todo», dice Aragonés. En la edición bimensual del cómic le dedica una página, titulada «Maggie´s Crib», de humor mudo.

 

 BBC Mundo, Los Ángeles.

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El Cuerpo humano

Sobre las partes y órganos que forman el cuerpo iremos anotado la información y datos  como la descubramos o los lectores nos la hagan llegar, así pues este artículo será de muchos  e  ira creciendo conforme pase el tiempo:

Formado por más de 10 billones de células de 250 tipos diferentes, la más pequeña es el espermatozoide y la más grande el óvulo.

El cuerpo adulto se sostiene sobre 206 huesos, la mayoría ubicados en pies y manos, el hueso más grande es el fémur con una medida promedio de 48 centímetros y el más pequeño es el estribo con tan solo 2.5 mm de longitud, es decir que el fémur es 1920 veces más grande que el estribo.

El esqueleto humano se compone de 200 piezas amortiguadas por cartílago y unida por articulaciones y además es un organismo vivo que puede crecer. La sustancia que componen los huesos es cuatro veces menos resistente a la rotura que el acero, pero su peso es relativamente cinco veces menor.

El ojo

La retina del ojo posee una de las mejores «películas fotográficas» que se conocen: los conos y bastones (células detectoras de luz) son tan sensibles que en condiciones perfectas perciben la luz de una pequeña cerilla a kilómetros de distancia.

El ojo humano procesa una imagen en sólo 150 microsegundos, puede distinguir 13 millones de colores y soporta hasta 16.7 millones de colores. Procesa hasta 34 FPS  (frames o cuadros por segundo), la velocidad que tarda en procesar una imagen para verla.

Recordemos que cuando se inventa el cine mudo  la velocidad era de 18 cuadros por segundo, ahora son 24 cuadros por segundo, así cuando vemos películas del genial Charles Chaplin,  lo vemos moverse más rápido de cómo fue filmado originalmente a otra velocidad. Con la sincronización de la banda sonora se establece la velocidad del movimiento cinematográfico en 24 cuadros por segundo. A mayor número de imágenes mayor nitidez.

En informática o computación la calidad de imágenes y videos se miden en píxeles o Megapíxeles (un millón de píxeles es un megapíxel)
¿cuantos píxeles tiene el ojo humano?

El número de “píxeles (receptores) de nuestra retina es de un orden aproximado de 85/126 millones (80/120 millones de bastones y 5/6 millones de conos). Cada ojo tendría en torno a 100 millones, nada mal, ¿no?, pero toda esta información llega al cerebro por un cable, el nervio óptico, las fibras de este cable sólo son de un millón o millón y medio. Al cerebro llega sólo una imagen de 1 o 1,5 megapíxeles, valga la expresión: una imagen un tanto mala, ya que las cámaras digitales más mediocres ya tienen 3 ó 4 megapíxeles.

Músculos y piel

Forman al cuerpo más de 600 músculos que representan la mitad del peso corporal, el más grande es el glúteo y el más pequeño el estribo (de nuevo), el más rápido el párpado con capacidad de movimiento de cinco veces por segundo, para caminar se necesitan 200 músculos y 30 para gesticular.

Por cada 5.45 centímetros cuadrados de piel tenemos 19 millones de células, 60 cabellos, 90 células sebáceas, 580 vasos sanguíneos, 625 glándulas sudoríparas y 19 mil células sensoriales

La piel de los dedos de las manos puede distinguir vibraciones de hasta 0.02 micras, el olfato llega a distinguir 4 mil olores, las cuerdas vocales pueden generar sonidos de 100 decibeles, los riñones filtrar 57 litros de sangre por hora.

Los vasos sanguíneos de la piel se dilatan y aumentan su temperatura con el calor, lo que causa la evaporación del agua que proviene de las glándulas sudoríparas. Con ello equilibra al cuerpo en los 37°.

Hígado y riñones

El hígado transforma los nutrientes que se absorben en el intestino en productos que pueden emplear los tejidos y los excreta a través de la bilis. Las enzimas del hígado degradan los productos tóxicos de la sangre y los hace asimilables. Una depuradora industrial tardaría 50 años en realizar el mismo trabajo.

Con sólo 9 centímetros, los riñones humanos filtran 1.3 litros de sangre al minuto. En una hora toda la sangre pasa por los riñones unas 20 veces. Ningún filtro de ese tamaño es capaz de tal cosa, en la diálisis artificial, la velocidad es mayor, pero el filtro tiene un metro cuadrado y dura dos meses, los riñones unos 70 años en promedio.

Metabolismo

Las células son auténticas y eficientes expertas en fabricar compuestos distintos en forma de hormonas, enzimas y neurotransmisores, siguiendo las ordenes del ADN. Para igualar el trabajo que las células hacen en unos minutos, el laboratorio químico mejor equipado del mundo emplearía varios años. La glucosa es el carburante de nuestro cuerpo y sus moléculas tienen la mitad del poder calórico que poseen las del combustible.

Sistema inmunológico

Si la piel, el sistema digestivo y el respiratorio no consiguen frenar a un posible invasor que penetra en el organismo humano, éste utiliza a los glóbulos blancos, que se desplazan solos a la zona invadida y adaptan sus estrategias y armas a la forma, cantidad y tipo de ataque de los microorganismos invasores, que son devorados.

Los glóbulos rojos son creados en la médula ósea, a razón de 140 mil por minuto y llegan a realizar 172 mil vueltas al cuerpo en sus cuatro meses de vida promedio.

El sistema circulatorio

Lo forman 96 mil kilómetros de vasos sanguíneos, entre venas, arterias y capilares, la arteria más ancha es la aorta que llega a tener 2.5 centímetros de diámetro, mientras que 10 capilares igualan el grosor  de un cabello.

El corazón bombea 4 y medio litros de sangre por minuto, alcanza una presión de 16 kpa y una fuerza de 1.5 newtons aproximadamente, para enviar la sangre a una distancia de 10 metros.

Nuestra pequeña bomba late 70 veces por minuto y cada vez expele 17 centilitros de sangre, en un día se bombean alrededor de 13,500 litros de sangre.

Sistema respiratorio

Cada vez que respiramos entran en los pulmones unos 5 litros de aire y se repite aproximadamente unos 600 millones de veces en la vida.

Oído

Hay más de 20,000 células neuroepiteliales en el oído. Cada una de ellas tiene 100 cilios que trabaja como el micrófono: transforman las vibraciones del aire en señales eléctricas que llegarán al cerebro y él las interpretará como sonido. La diferencia es que el micrófono tiene uno solo de estos traductores o transformadores.

Cabello

El vello del que estábamos cubiertos y que ahora nos queda en zonas estratégicas impide que el Sol nos queme en verano y que se nos escape el calor en invierno, el aislante imita a esta capa de fibra de 1 mm. a 1 cm. de espesor.

Cerebro

Con 10,000 millones de neuronas conectadas cada una a otras 100,000 el cerebro supera por mucho a las computadoras más modernas y poderosas, para imitar al cerebro una computadora debería hacer 10 millones de operaciones al segundo. Cada una de las cien mil millones de neuronas es responsable de establecer comunicación con miles de neuronas a su alrededor.

Con respecto a la capacidad del cerebro, en algunas paginas web dicen que tiene 1000 teraflops (1.000.000 gb= 1 teraflop), y en otras dice que 12 megas, pero comprimidos.

En un símil computacional se dice que «el cerebro humano es una supercomputadora con el procesador más rápido y sofisticado, algo de memoria caché y poco espacio en disco».

 

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  por Agustín López Murguía

En los primeros diez años del siglo XXI el número de terrícolas obesos, 1100 millones de personas es igual al de desnutridos.

¿Hasta qué punto la industria alimentaria contribuye a la formación de malos hábitos y al deplorable estado de salud en que se encuentra un amplio sector de la sociedad? Se trata de un tema con tantos y controvertidos aspectos que en este reducido espacio apenas se pueden plantear algunos, aunque hay que empezar por reconocer lo que ha hecho esta industria para que amplios sectores de la población dispongan de alimentos, se conserven, se garantice su seguridad y se suplan las deficiencias de algunos nutrimentos importantes para nuestra alimentación. Baste imaginar un mundo sin lácteos y sus derivados, o sin la chispa de la vida: la cerveza

¿Comemos hoy más que nuestros abuelos?

Según expertos como la doctora Marion Nestlé, profesora en nutrición de la Universidad de Nueva York y autora de libros como Food Politics y Safe Food (University of California Press, 2002), la industria alimentaria actual es la principal responsable de que hoy se coma en exceso, pues en este mundo moderno, regido por las leyes de la oferta y la demanda, la única manera en que puede subsistir y competir esta industria es promoviendo la demanda de sus productos. Para ello, las distintas empresas se apoyan en estrategias —no siempre apegadas a la ética— que llevan al consumidor a preferir sus productos por encima de otros, pero sobre todo que se adapten a las necesidades que impone la vida acelerada de las grandes ciudades, donde el tiempo no alcanza para nada, menos para comer, y se debe recurrir a lo que algunos ven como un moderno jinete del Apocalipsis: la comida rápida.

“¡Por sólo tres pesos más se lleva el tamaño mediano!” ofrece la inocente dependiente de la dulcería del cine, realizando cotidianamente el milagro de la multiplicación de las palomitas. Tras esta generosa oferta de reducirnos el costo del maíz casi en un 50%, y que la lógica, el sentido común y el fenómeno inflacionario (del estómago) nos impiden rechazar, está el hecho contundente de que para aprovechar la oferta hay que comer casi el doble de lo planeado.

Mediante este proceso se logra que las actuales palomitas jumbo sean las más pequeñas del mañana. La juventud de hoy se indignaría si en el cine le ofrecieran bolsas de palomitas con las porciones que se consumían antaño. Uso este ejemplo pues no creo que exista un solo lector que no haya vivido esta experiencia, aunque el fenómeno del incremento en el tamaño o en el número de las porciones se constata fácilmente en casi todos los sectores. Otro botón de muestra es que en los años 50 un vaso de refresco contenía 230 ml; hoy, el vaso infantil en un McDonalds contiene 350 ml, por no hablar del tamaño y número de pisos de hamburguesas y sándwiches.

Según el Programa de Salud del Adulto de la Secretaría de Salud, cada mexicano consume al año 400 refrescos, 3650 tortillas, 50 kg de azúcar (principalmente a través de los refrescos) y 730 cervezas. Y ya casi no existen versiones “chicas” de los refrescos, pues hay un ahorro en la compra de las “familiares”, y todos sabemos que una gaseosa una vez abierta pierde el gas, por lo que hay que apurar su consumo ¿Comprará y acabará uno consumiendo lo mismo en un tianguis que en un hiper, mega o supermercado?

¿Que no puedes comer sólo una?

Uno se pregunta ¿qué y cuánto comer? Las dietas de la humanidad habían sido hasta ahora el resultado de la interacción de variaciones genéticas individuales y de factores culturales, económicos y geográficos. Con ellas se lograba comer suficiente de los nutrimentos adecuados, evitando casi siempre comer en exceso de los inadecuados. En todas esas dietas la mayor parte de la energía se solía obtener de cereales, vegetales y frutas. No sé por qué eso ahora es muy complicado y ha sido necesario explicarlo con la famosa pirámide alimenticia, que es un esquema diseñado para orientar al consumidor. A quien le sea desconocida puede consultar la bolsa de la barra de pan, aunque aquí la reproducimos.

Obviamente fue pensada por nutriólogos estadounidenses, pues de haber sido mexicanos habrían puesto al grupo de alimentos más importante en la punta de la pirámide y no en la base, por lo que hay que entender que se trata de usar la pirámide como escala de abundancia y no de jerarquía. En ella se recomienda consumir, por ejemplo, de seis a 11 porciones de cereal al día, que van desde los más bajos requisitos de energía (1600 calorías para mujeres y personas de la tercera edad) hasta los más altos (2800 calorías que requieren la mayor parte de los adolescentes y las personas muy activas). Es importante aclarar que una porción es equivalente a una rebanada de pan, una tortilla, media taza de cereal instantáneo, de pasta o de arroz. Pero tan importante es cumplir aproximadamente con esta dosis, como complementarla proporcionalmente con alimentos de otros grupos. La pirámide ha sido muy criticada y de poca utilidad práctica.

Uno de los graves problemas actuales es la tendencia a consumir las llamadas “calorías vacías” a través de alimentos cuyo único aporte es energético, una variante de los ya conocidos alimentos chatarra elaborados a base de grasas y/o azúcares (generalmente de caña, jarabes fructosados y/o almidones). Para sanar la culpa de la promoción de estos productos, antes se nos recomendaba que los tomáramos con leche. Ahora las estrategias se han modernizado y los alimentos chatarra son transformados en alimentos convenientes “enriqueciéndolos” con vitaminas y minerales, o bien se publicitan por lo que naturalmente no contienen.

Es decir, el hecho de que la etiqueta diga de un producto que no contiene sal, ni colesterol, ni cafeína, ni grasa saturada, ni muchas cosas más, puede sonar muy atractivo para un consumidor asustado. Pero es absurdo, por ejemplo, que se diga que el pan de caja no tiene colesterol, pues nunca lo ha tenido. Éstos y otros factores ocasionan que el número real de porciones que se consumen de cada uno de los grupos de alimentos de la pirámide difiera del recomendado, como se muestra en la figura 2, donde se hace alusión a la población estadounidense, pero hay sin duda quienes en nuestro país tienen un patrón de consumo similar.

Las indicaciones erróneas de las etiquetas conducen, por ejemplo, a que el consumo de vegetales y frutas sea muy por debajo del aconsejado. Y esto sin tomar en cuenta que la mayor parte de los vegetales de la dieta común son la lechuga, las papas (sobre todo fritas) y los tomates de lata. Si se quitaran las papas, la dosis diaria de vegetales estaría muy por debajo de lo que se suele aconsejar; además de que no es lo mismo una manzana que un pie de manzana o una sopa de tomate que una hamburguesa con catsup.

El incremento en calorías en la dieta actual deriva principalmente de alimentos altos en grasas: carne, lácteos, productos fritos o cereales cocinados con grasa (por ejemplo arroz frito o carne empanizada); de refrescos, jugos y postres, y de botanas. Todos estos son los alimentos que mayores utilidades proporcionan a la industria.

Curiosamente, la desviación en los patrones actuales de consumo, en relación con lo recomendado, corresponde a lo que se promueve con la publicidad y la mercadotecnia. En la figura 3 se ven las modificaciones a la pirámide alimenticia cuando ésta se construye en proporción con lo que la industria gasta en la publicidad de cada uno de los grupos que la componen. Si siguiéramos a pie juntillas lo que nos sugieren por radio, televisión, anuncios, revistas, promociones, etc., para seleccionar nuestros alimentos, la pirámide de consumo quedaría invertida.

Según el estadounidense Anthony E. Gallo, especialista en economía agrícola, tan sólo en el año de 1998, la industria desarrolló la extraordinaria cantidad de 11037 nuevos productos (Food Review, 1999, vol. 22, pp. 27-29). Esto podría ser saludable en términos económicos y de empleo, pero resulta que más de 2000 eran dulces, chicles, botanas y otros productos que caen dentro de la denominación de chatarra. Le siguen en orden de importancia los condimentos industrializados, y después las bebidas, de las que aparecieron más de 1500 nuevas marcas, cada una de ellas con una estrategia de penetración en el mercado. Aparecieron también cientos de nuevos postres, derivados de quesos, helados de nuevos sabores y combinaciones. De estos productos desarrollados en 1998, más de dos terceras partes corresponden a los de la parte superior de la pirámide, los que nos sugieren comer esporádicamente. En total, en la década de los 90 surgieron más de cien mil nuevos productos. ¿Quién se come todo eso?

La medre de todas las enfermedades

Por donde se asome uno al planeta, el resultado es el mismo: el sobrepeso es el más frecuente y costoso problema nutricional y desde el punto de vista de la salud, la epidemia mas grave del siglo XXI, pues no distingue raza, credo, nacionalidad, ni clase social. En 2001, el 34% de los estadounidenses tenía sobrepeso, mientras que otro 27% era de plano obeso, de acuerdo con el Índice de Masa Corporal (IMC). Éste se calcula dividiendo el peso en kilogramos entre el cuadrado de la altura medida en metros. Si el resultado es mayor a 25, empiezan los problemas del sobrepeso, pero si pasa de 30, ya es uno “gordito”, o lo que en medicina se denomina obeso. Por ejemplo: si tu peso es de 70 kg. y mides 1.80 m de altura, tendrás un IMC de 70kg/(1.8m)2=21.6

La obesidad parece ser una medida del progreso: la mitad de los adultos brasileños, chilenos, colombianos, peruanos, uruguayos, paraguayos, ingleses, finlandeses y rusos son obesos. Lo mismo pasa con los búlgaros, marroquíes y árabes sauditas. En China la obesidad se sextuplicó en la última década del siglo XX. En Japón, 20% de las mujeres y casi 25% de los hombres tienen sobrepeso. Incluso en la India, una de las naciones más pobres del globo, se padece ya de obesidad entre la clase media

En México, según una encuesta reciente del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán (INCMNSZ), aplicada a 7 410 individuos (3 608 hombres y 3 802 mujeres pertenecientes a 1 600 familias de bajos recursos, 50% de los cuales son menores de 25 años), y publicada en abril de 2003, se concluyó que si bien la desnutrición infantil presenta ya una prevalencia muy baja en la Ciudad de México, la obesidad constituye un problema emergente de suma gravedad, que afecta sobre todo a la gente mayor. Después de los 50 años, afecta al 39% de las mujeres y al 34% de los hombres, aunque el sobrepeso y la obesidad entre los menores de cinco años alcanzan un preocupante 15%. Una conclusión de dicha encuesta es que la gran mayoría ignora por completo, o bien tiene conceptos equivocados sobre la relación que existe entre los hábitos de alimentación y el riesgo de padecer de diabetes, hipertensión, enfermedades cardiovasculares, entre otras, e incluso de la propensión al cáncer.

Parece obvio, pero la energía que requerimos para realizar cualquier actividad (correr, hablar, leer, parpadear, pensar, dormir…) proviene de los alimentos que ingerimos. Si el suministro excede la demanda, la energía se almacena en el organismo en forma de grasa y constituye nuestra reserva. El problema de la obesidad puede analizarse de una forma simplificada mediante una ecuación sencilla: Obesidad (acumulación de energía) = ingesta de energía con los alimentos — consumo de energía con la actividad física.

Engordamos cuando ingerimos más energía de la que nuestra actividad física requiere, o lo que es lo mismo: “si lo que entra no sale, se acumula”.

Dietas y fármacos

La industria de las dietas y los fármacos para adelgazar están en auge: adelgazar es un sueño por el que millones están dispuestos a pagar casi cualquier precio, incluida quizá la vida misma. Este el caso del medicamento Redux, aprobado en 1996, y del tratamiento denominado fen-phen que consiste en combinar dos medicamentos: fenfluramine (del cual Redux es una forma más pura), un sedante aprobado en 1973 para tratar la obesidad, y phentermine (un estimulante aprobado también para tratar la obesidad desde 1959). Individualmente, ninguno de los dos medicamentos es efectivo para bajar de peso, pero en 1992 se publicó un artículo en el que se demostraba, después de cuatro años de tratamiento de 121 obesos, que combinados eran efectivos para hacer perder unos tres kilos más de los que se perdían tomando un placebo. A pesar de una fuerte oposición por sospechas de riesgos a la salud, en abril de 1996, la Food and Drug Administration (FDA) de los EUA aprobó el Redux, no obstante los numerosos reportes en Europa sobre la asociación de éste con cientos de casos de hipertensión pulmonar primaria (HPP). En poco tiempo el número de recetas llegó a 80 000 por semana y las ventas, en 1996, a 150 millones de dólares. Para principios de 1997 aparecieron los primeros casos de daños a una válvula del corazón asociados al tratamiento fen-phen y fue hasta finales de ese año, cuando ya el 30% de quienes lo tomaban padecían de algún daño, que la FDA retiró los medicamentos del mercado. Para octubre de 1999, American Home Products debió pagar 3 750 millones de dólares a 8 000 personas en 4 100 demandas por daños irreversibles a la salud.

Otro debate se ha dado en torno al consumo de Ephedra, cuyo principio activo es la efedrina, alcaloide que estimula el sistema nervioso central. Se trata de un extracto vegetal, usado desde hace miles de años en China, que promete hacer perder peso. No requiere receta médica, pues se vende como complemento alimenticio. En diciembre de 2000 el New England Journal of Medicine publicó un resumen de casos de infartos, hipertensión y taquicardias asociados al uso de Ephedra. Para aumentar su efecto, existe la versión con cafeína (Metabolife 356), que logró millones de dólares en ventas en 1999. Fue finalmente prohibido por la FDA en diciembre de 2003 y, curiosamente, durante el periodo de gracia para retirarlo de la venta, los estadounidenses realizaron compras de pánico de los establecimientos a fin de abastecerse para el corto plazo, acabando con las existencias.

El destino de lo fresco

Otro de los factores que ha contribuido a aumentar el consumo de alimentos tiene que ver con el auge de la industria y el incremento de su productividad, lo que además ha traído como consecuencia un cambio radical en la estructura de producción, donde paradójicamente los menos favorecidos han sido los agricultores y campesinos. En la figura 4 se muestra adonde va a parar cada centavo del dólar que se paga por un alimento en los EUA.

Notarás que, en promedio, los productores reciben menos del 20% de ese dólar y mientras más procesado el producto, menor es este porcentaje. Mientras en la producción de huevos, carne de res o de pollo, los productores reciben de 50 a 60% del costo al menudeo, en los Corn Flakes el costo del maíz representa menos del 10% del costo de venta. En el extremo, los productores de papas reciben el 1.3% de lo que pagamos por ellas una vez fritas en un establecimiento de comida rápida. Es obvio entonces que las compañías y la economía en general prefieran la promoción del valor agregado, en vez de promover el consumo de cereales, frutas o vegetales frescos. Así, el número de granjas en los EUA ha caído de 3.2 millones a 1.9 desde 1960, pero su tamaño promedio ha aumentado 40% y su productividad 82%. La mayor parte tiene ahora una única orientación, producir ganado o pollos o cerdos o maíz… y muchas son parte de una corporación que lleva a cabo todas las etapas de la producción y la comercialización. Philip Morris, ConAgra, Mars, IBP, Sara Lee, Heinz y Tyson Foods son compañías estadounidenses que se ubican entre las 10 más grandes del mundo, aunque el primer lugar es de Nestlé (Suiza), el tercero de Unilever (Reino Unido/Holanda) y el sexto de Danone (Francia). ¿Te resultan conocidas?

Otras compañías de los Estados Unidos como Coca-Cola, McDonalds, PepsiCo, Procter & Gamble y Roché están entre las 100 más importantes. McDonalds cuenta con 17 000 establecimientos en 120 países, 12 804 en los EUA, y generó 19.6 miles de millones de dólares en el 2000, más del doble que su más cercano competidor: Burger King. Chicago no es más la capital de la carne, pues se acabaron los rastros. En Greely, Colorado, trabajadores que probablemente no hablan inglés pasan la jornada codo a codo, destazando 400 reses por hora; 12 por minuto. Se abren cinco nuevos McDonalds al día, cuatro fuera de los EUA. En 1968 McDonalds le compraba a 175 proveedores de carne, hoy cuatro industrias sacrifican para esta compañía el 84% del ganado y ocho empresas controlan 2/3 partes del pollo.

¿Lo que no dicen las etiquetas?

Uno de los sitios donde con frecuencia la industria atenta contra la inteligencia del consumidor y al mismo tiempo lo incita al consumo es en las etiquetas. Se cometen muchos abusos con las leyendas alusivas a las características y beneficios de un determinado alimento o compuesto para la salud. Más del 25% de los productos desarrollados por la industria en 1998 son suplementados nutricionalmente, lo que de entrada puede parecer atractivo.

También se promueven como “libres de…” o “altos en….” ¿Responden a una necesidad o la crean? Mira los anaqueles y observa cuántos productos se presentan como 100% naturales. Un edulcorante sintético ostenta una recomendación del Instituto Mexicano de Pediatría, haciendo pensar que quizá fuese conveniente que lo consumieran los niños. Asimismo, el abuso en el enriquecimiento de alimentos con vitaminas empieza a alcanzar niveles preocupantes. En el caso de la vitamina C, que es soluble en agua, en realidad lo que estamos enriqueciendo son los desagües, pues las altas dosis consumidas se excretan con la orina

Si algo es bueno, ¿más es mejor?

¿Cómo selecciona un consumidor una dieta saludable? Hoy en día casi no hay alimento que no contenga en alguna zona del empaque un cuadro con la información nutrimental. En él se informa al consumidor que no padezca de vista cansada, del número de calorías que consume con una cierta cantidad del alimento. También se incluye un elemento que debe ser un poco confuso, en particular para los que no manejan la regla de tres: la cantidad de vitaminas que contiene el producto y el porcentaje que representa con respecto a lo que debe consumir diario.

Si, por ejemplo, consumes 40 g de All-Bran Flakes de Kelloggs (3/4 de taza), habrás cubierto el 20% de tus necesidades de vitamina A, pero el 100% de vitamina B6, B12 y de ácido fólico; o sea, que ya para ese día no necesitas más de esas vitaminas. Si lo acompañas con una taza de leche (240 ml), por ejemplo Omega Plus de Nestlé, su caja dice que de vitamina A cubrirás el 28% de tus necesidades, y el 24% tanto de la D como de la E. Si le entraste a un frasquito de Gerber que dejó tu sobrinito, habrás cubierto el 34% de tus requerimientos diarios de vitamina B2, el 37% de B1 y el 20% de ácido fólico (y si se trataba del Gerber de cuatro cereales que está en oferta, pues 25% más gratis; ¿estará bien darle un 25% más de cereal al niño para aprovechar la oferta?). Si a media mañana te tomas un vaso de V8 Splash de Campbell habrás cubierto entonces nuevamente el 100% de tus necesidades de Vitamina A y C. Pero cuidado, si para estar a la moda te aventaste antes de salir a cruzar las calles de la ciudad un Red Bull para darte valor, nuevamente consumirás elevadas dosis de niacina, vitamina B2, B12… Para el final del día ¿cuántas veces habrás sobrepasado los requerimientos diarios de vitaminas? El mensaje parecería ser: “consuma mi producto y satisfaga todas sus necesidades vitamínicas de una vez”, abusando de un concepto erróneo en muchos consumidores de que mientras más vitaminas y minerales consume, más saludable y energético se vuelve. Con la mercadotecnia, la industria nos lleva a concluir que si un producto nos asegura el 100% de lo que necesitamos, es mejor que otro que sólo nos ofrece el 15%, o que si algo tiene el doble es mejor que el sencillo (“Ahora con doble contenido de fibra, y ya no siete, sino nueve minerales…, más uno que se acaba de descubrir”).

Empieza a haber evidencias experimentales de que desafortunadamente no sólo la desnutrición, sino también la sobrealimentación en los periodos críticos de la gestación pueden dar lugar a graves problemas de salud. Un ejemplo es el del ácido fólico. Hace más de una década se demostró que las madres cuyas dietas durante el embarazo eran bajas en ácido fólico —vitamina que consumimos con los frijoles, las hojas verde oscuro de vegetales o el hígado—, corrían el riesgo de dar a luz a bebés con anormalidades en el cerebro y la columna vertebral (defectos en el tubo neurálgico). Como consecuencia se enriqueció con ácido fólico a todos los cereales y se redujo considerablemente el problema. Pero no hay evidencia de que un exceso en el consumo de ácido fólico sea inocuo, y podría relacionarse con alguno de los padecimientos modernos.

En un estudio publicado en el número de agosto de la revista Molecular & Cell Biology, se demostró que una dieta con exceso de vitamina B12, ácido fólico, colina y betalaina ocasiona modificaciones en la expresión de material genético, al favorecer cambios en la estructura química del ADN. Es conveniente señalar que finalmente las vitaminas no son sino parte de la maquinaria que permite que las reacciones de nuestro metabolismo se lleven a cabo. La alimentación es claramente uno de los factores ambientales que puede afectar nuestra salud, independientemente de lo que digan los genes.

Por otro lado, una de las grandes compañías estadounidenses, Philip Morris, advierte en las etiquetas de sus cigarros que pueden provocar cáncer y al mismo tiempo anima a consumir alimentos que lo eviten. La acumulación de información nos podría conducir al sin sentido de recomendar comerse un chocolate después de fumar un cigarro. En el colmo del abuso propagandístico, la compañía vitivinícola Mondavi, de California, debió someterse a los ordenamientos de la agencia regulatoria correspondiente (el Buró para Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego de los EUA) y retirar de las etiquetas de sus vinos la leyenda “Recomendado por la Biblia” y no hacer ninguna alusión, como lo pretendía, a su supuesto carácter sagrado.

La recomendación de comer frutas y vegetales es algo que no ha cambiado en los últimos 50 años, pero el resto de las recomendaciones, dietas, noticias e interpretación de datos, varían en función de la revista, el articulista, el dietista y, ahora, para sembrar más confusión, de la página de Internet. Los periódicos necesitan “noticias” y les interesan más las controversias que las campañas por una mejor nutrición.

Qué hacer o, más bien, qué comer?

Es muy cómodo detenerse en McDonalds, pero ¿sabes qué? la conveniencia acaba con cualquier consideración nutricional, así como con el significado social y cultural de la comida. Los alimentos son hoy más baratos, pero por ello estamos pagando un alto precio. Nos encontramos ante uno de los aspectos más perturbadores de la civilización industrial avanzada: el carácter racional de su irracionalidad. Su productividad y eficiencia, su capacidad de crear y difundir sus comodidades, de convertir lo superfluo en necesidad. Gran parte de la solución la tenemos los consumidores al decidir lo que ponemos en nuestro plato. Y finalmente, un tip para nuestros diputados: aplicar un impuesto especial en la compra de refrescos, papas y otros ejemplares de chatarra, con restricciones para su venta a los niños. Quizá también aplicar el 15% de IVA a los tacos de carnitas, al pastor y de chicharrón y el 20% a las pizzas, hot dogs y hamburguesas. Todo en aras más que del bolsillo, de la salud del consumidor.

Agustín López Munguía, recientemente galardonado con el Premio Nacional de Ciencias, es investigador en el Instituto de Biotecnología de la UNAM, autor de varios libros y numerosos artículos de divulgación de la ciencia, y miembro del consejo editorial de ¿Cómo ves?

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Nuestro Universo pudo haberse formado de otro Universo anterior

Mexicano demuestra un “antes” del Big Bang


Todos conocemos o al menos hemos escuchado hablar de la teoría del Big Bang, según la cual, el universo en el que vivimos fue creado a partir de una gran explosión cuya expansión aún continúa y continuará mientras exista el universo. Sin embargo, desde hace unos años, está surgiendo una hipótesis alternativa sobre el origen del universo aún más llamativa e interesante -al menos desde el punto de vista de su novedad- que propone que nuestro Universo surgió a partir del colapso de otro Universo anterior muy parecido al nuestro, lo que significaría que nuestro Universo es hijo de otro Universo.

En el 2007 Martin Bojowald, un profesor investigador en la Universidad de Pensilvania, publicó un artículo en la revista Nature Physics en el que introduce un nuevo modelo matemático que sugiere que nuestro universo podría ser fruto de un Big Bounce (gran rebote) acaecido en un universo anterior muy parecido al nuestro, en lugar de haber sido originado por un Big Bang (una gran explosión).

La investigación de Bojowald también sugiere que, aunque es posible aprender muchas propiedades sobre el universo anterior, la gente siempre dudará sobre algunas de estas propiedades porque sus cálculos revelan la existencia de una «amnesia cósmica» que resulta de las fuerzas cuánticas extremas que actúan durante el Big Bounce. Esta “amnesia cósmica” hace imposible, según Bojowald, conocer detalles acerca del universo anterior al nuestro.

Sin embargo, un científico mexicano Alejandro Corichi en colaboración con Parampreet Singh, del Instituto de Física Teórica de Canadá, parecen haber superado esa amnesia, al desarrollar un modelo exacto que explica teóricamente cómo fue el universo antes de la Gran Explosión.

Por esta propuesta sustentada en un modelo propio, el investigador del campus Morelia de la UNAM es uno de los 10 científicos menores de 45 años que han sido galardonados con una beca por la Sociedad Internacional para la Relatividad General y la Gravitación. Esa organización reconoce «sus contribuciones significativas a la gravedad cuántica de lazos y su liderazgo en numerosas iniciativas para la comunidad internacional » en ese campo del conocimiento.

Al modificar la teoría LQG (Loop Quantum Gravitity o Gravedad Cuántica de Bucles) con la inclusión de una ecuación clave llamada de restricción cuántica (genera así la versión LQG de dicha teoría), han conseguido demostrar que las fluctuaciones relativas de volumen y cantidad de movimiento pertenecientes al universo anterior al rebote (Universo pre-bounce) fueron conservadas a un lado y otro de dicho rebote.

«La cosmología cuántica de lazos supone que el universo es homogéneo y, para describirlo, basta con concentrarse en una porción grande de él, que contenga millones de galaxias, pues ese fragmento cósmico será parecido al resto», detalló Corichi.

La conclusión que sacan los físicos de esto es que ese otro Universo gemelo tendría las mismas leyes físicas y la misma noción temporal que el nuestro; de hecho, “vistos desde lejos, ambos universos no podrían distinguirse el uno del otro”, afirmó Singh en PhysOrg.

Nuestro universo actual, de aproximadamente 13.700 millones años de edad tras el Big Bounce, compartiría así muchas de sus características con el Universo anterior cuando éste tenía la edad de 13.700 millones de años antes del rebote. En cierto sentido, nuestro Universo y su gemelo serían imágenes especulares el uno del otro, con el momento del Big Bounce como línea de simetría.

Ambos universos se parecerían, por ejemplo, en que los dos seguirían las mismas ecuaciones dinámicas o en que tendrán la misma cantidad de materia contenida y seguirán la misma evolución. Pero el gemelo, al contrario que nuestro Universo, se está contrayendo, por lo que sería como si viéramos caminar a nuestro propio Universo hacia atrás en el tiempo.

Alejandro Corichi explicó que, según la teoría de la relatividad general, planteada por Albert Einstein en 1915, vivimos en un universo dinámico y en expansión que se originó hace 13 mil 700 millones de años.

«En ese sitio, los diferentes parámetros físicos, como temperatura, densidad o energía, se fueron al infinito. Si se hiciera un viaje hacia el pasado, a los inicios del cosmos, se vería cómo la temperatura se incrementó y todo fue cada vez más denso, hasta llegar a serlo indefinidamente», abundó.

Según Corichi -doctor en Física Teórica por la Universidad Estatal de Pensilvania, Estados Unidos- en un instante la relatividad dejó de funcionar y, por ello, se requiere una nueva teoría que ayude a saber qué pasó.

Esa teoría es la gravedad cuántica, que trata de conjuntar la relatividad general de Einstein y la teoría cuántica, que describe lo que pasa en los átomos y en su núcleo.

La teoría logra que las ecuaciones se simplifiquen tanto que se pueden resolver de manera exacta. «Eso permitió avanzar y hacer preguntas que antes no se planteaban. Por eso, este modelo da soluciones precisas, sin infinitos», precisó.

A pesar de que esta teoría tiene muy poco tiempo de haber nacido, ya cuenta con algunas objeciones dentro del amplio mundo de la física. Una de las principales objeciones a la teoría del Big Bounce es la evidencia largamente acumulada que parece indicar que nuestro universo está destinado a un Big Freeze (gran enfriamiento) en lugar de a un Big Bounce. Sin embargo esta evidencia no excluye que nuestro universo sea el último eslabón de una larga cadena de explosiones y contracciones.

Otra objeción es que la teoría del Big Bounce implica que la entropía puede ser reversible, lo cual viola la segunda ley de la termodinámica.

Corichi añadió que el origen del universo y su descripción dentro de algún formalismo cuántico es uno de los grandes problemas abiertos de la física teórica contemporánea, en particular la «gravitación cuántica», principal área de investigación del universitario.

Corichi terminó en 1991 la carrera en Física de la UNAM. En 1993, la maestría en física de la Universidad de Syracuse, Nueva York. En 1997 logró el doctorado en Física Teórica de la Universidad Estatal de Pensilvania. En 2001 fué investigador en la universidad de Mississippi y en 2007, en el Instituto de Gravitación y el Cosmos de la Universidad de Pensilvania. Entre sus reconocimientos descata el Collegiate Scholastic All American de la US Achievement Academy y el Premio Prisma Casa de las Ciencias a la Divulgación Científica.

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Por Amparo Novo Vázquez y

Fernando Sánchez Bravo

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Hemos utilizado el concepto de estilos de vida que propone Anthony Giddens, uno de los sociólogos contemporáneos que más ha estudiado las consecuencias de la modernidad y las transformaciones sociales en las sociedades recientes. Para él, los estilos de vida son prácticas rutinarias en hábitos de vestir, comer, modos de actuar y entornos preferidos para encontrar a otros… Todas esas elecciones son decisiones no sólo sobre cómo actuar, sino sobre quién ser.

Uno de los retos principales a los que se enfrenta el ser humano en la actualidad es el de elegir entre las múltiples opciones que se le van planteando a lo largo de su transcurso vital: qué comer, qué usar, qué creer, qué hacer, con quién relacionarse. Cada uno en la sociedad tiene que seleccionar determinadas formas de vida, aunque los grupos sociales tendrán diversas posibilidades, dependiendo de sus recursos económicos, políticos, sociales y culturales. Así, todo estilo de vida está condicionado por los hábitos, costumbres, modas y valores existentes y dominantes en una época determinada y en una comunidad; estos factores enumerados tienen como característica común que son aprendidos y por tanto modificables a lo largo de toda la vida.

En este sentido, todo estilo de vida está influido tanto por los modelos existentes en una sociedad concreta, como por las opciones personales y las oportunidades materiales de que se disponga. El propio Giddens señala alguna de las debilidades del concepto: Como término que ha sido confeccionado en la publicidad y en otras fuentes favorecedoras del consumo de mercancías, se podría sostener que el estilo de vida refiere únicamente a los propósitos de grupos o clases más opulentas. Las humildes, en este caso, se encontrarían más o menos excluidas de la posibilidad de escoger estilo de vida. En una parte considerable esto es verdad.

La disponibilidad de medios económicos amplía enormemente las posibilidades de elección, y por tanto las formas de vida a que se tiene acceso. Pero hoy en día la inserción social a través del consumo mercantil convierte a todos los miembros de la sociedad que participan del mismo en seleccionadores de preferencias. Esto no ha sido siempre así. Frente a las sociedades tradicionales, basadas en economías de subsistencia, en las que las condiciones de vida eran especialmente penosas y el individuo estaba sometido férreamente al grupo social, cuya supervivencia era el asunto esencial, la modernización, como proceso social supone la aparición del individuo autónomo, ya sea conceptuado como ciudadano, trabajador o sujeto de derechos garantizados por el estado y la ley.

En esta evolución, el siglo xx significa el éxito material de las sociedades industriales basadas en la producción en masa, que van a poner al alcance de la ciudadanía todo un conjunto de bienes y servicios muy accesibles y que le permiten no sólo el alargamiento de la vida, sino también una mejora considerable en sus niveles de salud y bienestar. En la sociedad posmoderna las diferencias clásicas de discriminación social y distribución de oportunidades vitales van diluyéndose para dar lugar a una diversidad de condiciones y estilos de vida que ya no dependen solamente de los recursos y oportunidades existentes en el entorno vital (el país, el género, la etnia, el capital económico, social y cultural) sino que además son producto de la capacidad de los individuos de apropiarse y utilizar dichos recursos en provecho propio. Con la transformación de las tradicionales formas de vida aumentan las posibilidades de poder planear y conformar la propia vida independiente.

Ya no es tanto el medio ambiente social lo que marca el estilo de vida, sino más bien la decisión individual a favor de un camino de formación, una profesión, una forma de vivir, de consumir. Nuevos valores como la autorrealización, la autonomía y la competencia en la acción desplazan a valores tradicionales. Elemento fundamental de este proceso sucintamente apuntado es la aparición del nuevo rol del ciudadano moderno y que no es otro que el de consumidor. El individuo, en el marco de la ideología que legitima el sistema, considera el acceso al consumo como un premio a su capacidad de trabajo. Pero el sistema económico necesita del consumo como proceso mercantil fundamental, sin el cual no funcionaría.

El exceso de productividad permite consumidores inactivos que no son productores: los jóvenes, los niños, los jubilados, los pensionistas y los parados. La sociedad de consumo se basa en la importancia fundamental de dicho proceso económico, que deviene social, pues ya no sólo se trata de consumir bienes y servicios cada vez más abundantes, variados y sofisticados, sino que el proceso de consumo se aplica también a elementos culturales tales como las ideologías (políticas, religiosas, contraculturales), el ocio y el tiempo libre (actividades que se realizan, formas de relacionarse, grupos con los que identificarse) e incluso a la elección de opciones vitales fundamentales como pueden ser el tipo de formación o las aspiraciones laborales que se tengan.

De los jóvenes se espera que, desde el principio de la adolescencia, vayan elaborando su mapa vital a través de decisiones cargadas de consecuencias que marcarán su futuro. A medida que van aumentando las libertades derivadas de los procesos de individualización en el conjunto de la sociedad, la generación venidera se ve especialmente confrontada con un número cada vez mayor de riesgos. Más bien se trata de que, nos guste o no, estamos condenados a elegir, a seguir eligiendo, a justificar nuestras elecciones y a ser dolorosamente conscientes de que nuestro destino es elegir y dar cuenta de nuestras elecciones, ya que en un escenario policéntrico nos vemos expuestos continuamente a más de un modelo de vida buena, a más de un esquema ideal personal, a más de un criterio de distinción entre lo que se “debe” y lo que “no se debe”, y a más de una versión aceptable del mundo, pasado o presente, para poder confiar en cualquiera de estas propuestas, algo que implica el inevitable rechazo de las otras.

Las opciones que se hacen en la sociedad posmoderna se pueden ver condicionadas, por un lado, por el peso de la tradición, y por otro, por un sentido de la libertad relativa. Esto no implica que las selecciones realizadas en un momento dado sean duraderas, ya que existe la posibilidad de probar distintas opciones consecutiva e incluso simultáneamente. La volatilidad de las modas y su continuo trasiego son una de las características principales del marketing. Conviene tener en cuenta que la libertad de elección que promueve el mercado es una libertad muy ilusoria y manipulable (para eso se ha inventado la publicidad), una libertad compleja, ya que obliga a múltiples y continuas elecciones, pero si estás condenado a buscar tu identidad en el mercado, de ahí sólo salen identidades frágiles y fragmentadas.

A lo largo de nuestra vida asumimos diferentes roles relativos al trabajo, la familia, el ocio, la política o las relaciones interpersonales. Las elecciones anteriores tienden a influir en las siguientes. Referido a los jóvenes, el proceso de aprendizaje al que se ven sometidos constriñe su capacidad de expresión y limita sus impulsos, pero al mismo tiempo les proporciona contenidos, actitudes e instrumentos sociales, que facilitan y promueven conductas e intercambios significativos. Son las acciones que le permiten construir su identidad. El rasgo más significativo de la cultura juvenil junto a la preocupación por el sentido de las cosas, es el malestar por las cuestiones de identidad. Inquietud perfectamente lógica a la luz de la carencia de reglas claras, un fuerte ritmo de cambio de la sociedad, y de la impotencia de la generación adulta para proporcionar a los jóvenes una orientación directa, y una clara y convincente definición de su situación.

En su camino de socialización desde la dependencia infantil hasta la autonomía personal, los jóvenes se enfrentan a una simultaneidad de marcos culturales y de redes de relaciones preexistentes -familia, amigos, pareja, escuela, medios de comunicación, ideologías, partidos políticos- de los que seleccionan y jerarquizan valores e ideales, estéticas y modas, formas de convivencia y de vida, que contribuyen a modelar su conducta, su sensibilidad y su pensamiento. Hoy día, junto a estos espacios de la vida cotidiana que funcionan como mediación constitutiva y ubicación histórica, las nuevas tecnologías (teléfonos móviles, internet) producen modos de participación más globales que introducen a los jóvenes en una nueva experiencia de socialización, diferentes a la familiar, la escolar, la del trabajo, mucho más íntimas y personales.

La juventud como clase de edad es un invento reciente, que prácticamente se ha generalizado en las sociedades industrializadas, por la necesidad de una mayor preparación para el desempeño de las tareas laborales dentro de la actual división del trabajo. Esta etapa supone un aplazamiento en la asunción de responsabilidades debido al alargamiento del período de estudios, a la persistencia del paro juvenil y a la demora en la inserción laboral. Esto plantea un nuevo problema social, por la emergencia de este nuevo grupo de edad, que se resolvió adjudicándole un nuevo rol social: el de estudiante. Así, prolongando la escolaridad hasta niveles superiores se halló una actividad que se erigió en una nueva función social a desempeñar por la juventud. Pero además, por otra parte, se inventó una cultura juvenil privativa de los jóvenes, en la que éstos aprendieron a reconocerse y con la que comenzaron a identificarse. Y una vez que la nueva cultura juvenil se convirtió en rentable y por ello respetable, la identidad colectiva de los jóvenes pasó a adquirir prestigio y aprobación social, convirtiendo a la juventud en la edad más envidiada y halagada.

La juventud se construye en Europa y America latina como una etapa en la que el rol social fundamental de los jóvenes, es el de su preparación para la etapa adulta, lo cual no quiere decir que además no tengan otro papel activo muy importante en la vida social: como consumidores que configuran sus estilos de vida característicos. Y ese consumo no se refiere únicamente al tiempo del ocio y la diversión, sino que también incluye los estudios, las formas de relacionarse con los demás, ya sea la familia o el grupo de pares; y las ideas y creencias que sustentan, influidas por los medios de comunicación, los compañeros y las modas cada vez más cambiantes.

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Es en este período de construcción de identidad cuando el joven se enfrenta de manera inicial con la libertad y actúa con expectación ante el medio, intentando llevar a cabo su proyecto personal de vida y formando la imagen que de sí mismo tiene. Aceptando la diversidad de maneras de ser joven, no se puede entender la juventud como un todo homogéneo, pero tampoco se puede caer en un exceso de particularismo de las cuestiones juveniles, ocultando motivaciones comunes en la juventud.

Los jóvenes están habitando tanto un espacio tradicional, en el que cuentan de manera primordial los encuentros cara a cara y los grandes grupos, como un nuevo espacio basado en conexiones y redes comunicacionales que configuran nuevas maneras de estar juntos. Todo esto conforma otras formas de habitar la ciudad y otras formas de participación, agrupándose en colectivos cuyo nexo es la edad, el género, los gustos éticos y estéticos y los estilos de vida. Si se mira hacia atrás se puede realizar una periodización de las principales culturas juveniles que han existido en la segunda mitad del siglo xx, que es cuando la juventud se ha generalizado sociológicamente como grupo de edad.

Estas culturas, que se manifiestan a través de estilos de vida característicos, se diferencian entre sí y con el mundo adulto por su ética y su estética, es decir por los valores que defienden, de los que se derivan normas grupales, y por la forma en que se presentan públicamente: imagen, modas, lugares de reunión. Además, incluyen modelos de consumo específicos, tanto respecto a la alimentación, como a la vestimenta, a la música o a las drogas (conviene no olvidar que los mercados legales e ilegales de productos psicoactivos están entre los más rentables y globalizados en la actualidad).

En los años sesenta surgen los hippies, creadores de una contracultura que se opone a la sociedad de consumo y que reivindica una nueva relación con la naturaleza y la espiritualidad, a la vez que propone otras formas de convivencia, como las comunas. Todo ello se plasma en una estética distintiva en la ropa, la apariencia, la música, así como en el uso de drogas psicodélicas y alucinógenas (LSD, marihuana) para ampliar y fomentar la sensibilidad y las percepciones. Su fascinación con el pacifismo y las filosofías orientales es otro componente importante del estilo de vida que proponen.

En los setenta surgen los punks, producto de la crisis y unidos a los anteriores en su rechazo a los valores mercantiles (aunque rápidamente serán absorbidos y convertidos en moda y objeto de consumo). Su rechazo es radical y urbano, su estética es negra y siniestra, y su actitud vital nihilista se manifiesta en su droga de preferencia: la heroína. La década de los ochenta, marcada por los gobiernos de Thatcher y Reagan, así como por la recuperación económica, produce los yuppies, jóvenes mucho más integrados que los anteriores, que no se oponen al sistema capitalista, sino que tratan de utilizarlo en su propio beneficio. La ropa cara, las marcas de lujo y los bares y restaurantes de diseño son su medio ambiente favorito, en el que la cocaína se convierte en la droga de moda. Su mito preferente es el de ganar el primer millón de dólares antes de cumplir los treinta años.

Estos tres ejemplos de culturas juveniles no han desaparecido y se puede observar que conviven hoy día en distintas urbes y lugares del mundo. Nunca fueron colectivos mayoritarios, y tienen en común su origen anglosajón, ya sea inglés o norteamericano. Después se extendieron por otros países que copian y compran los modelos que la primera potencia del mundo elabora y comercializa, una vez que han sido adecuadamente integrados. Son casos de culturas y estilos de vida juveniles prototípicos, pero no son los únicos, puesto que se podrían citar otros, más o menos relacionados con los anteriores. Están los progres, los pasotas, los pirruris. Además, los y las jóvenes forman parte esencial de los nuevos movimientos sociales surgidos desde los años setenta: ecologistas, feministas, antiglobalización, gays, etc. Su participación en estos movimientos, que no son específicamente juveniles, suele ser amplia y abundante, y es bien visible en sus actuaciones públicas, generalmente de protesta: manifestaciones, ocupaciones, celebraciones, etc.

La juventud actual es objeto de múltiples estudios y análisis, como corresponde a su status de colectivo social específico y heterogéneo, con unas características que lo convierten en objeto de políticas públicas para facilitar su inserción social, así como de estudios de mercado que se orientan hacia sus hábitos de consumo. En dichos estudios se proponen variadas tipologías que tratan de captar las transformaciones que atraviesan las nuevas generaciones. Muchas de ellas se manifiestan en culturas y estilos de vida diferenciados. Están, por ejemplo, los deportistas, los rebeldes, los integrados, los buena onda, los internautas, los fáciles, los sensibles. Estas clasificaciones no consiguen en muchos casos ofrecer una imagen completa de las variantes existentes, ni mucho menos un modelo de juventud unitario, que no se da como tal en la realidad.

Tampoco parece que al día de hoy se pueda hablar de una cultura juvenil predominante. Tienen más interés aquellos análisis que se fijan en los cambiantes elementos demográficos, políticos, económicos, sociales y culturales que configuran la construcción social de la juventud, así como en las respuestas, propuestas y estrategias que los propios jóvenes elaboran para hacer frente a su situación concreta. Los rasgos básicos de las nuevas tribus contemporáneas mayoritariamente juveniles, son el surgimiento de comunidades emocionales, canalizadoras de intensas energías vitales; la sociabilidad dispersa y fragmentaria y las experiencias corporales. Hay un cambio que se está produciendo en los procesos de socialización, de tal forma que uno de sus efectos principales es la institucionalización y alargamiento de la etapa juvenil, que se diferencia tanto de la adolescencia como de la edad adulta.

La juventud ya no es solamente un período de transición, sino que se convierte además en un estado propio. No solamente hay que socializarse para ser adulto, sino también para ser joven. Si en el primer caso las instancias fundamentales son la familia de origen, el sistema educativo y la inserción laboral, en el segundo lo son el grupo de iguales, los medios de comunicación y las nuevas tecnologías. Lógicamente ello ha llevado a que los y las jóvenes actuales adapten sus estrategias a las nuevas situaciones, por ejemplo alargando la estancia en el hogar familiar ante las dificultades para independizarse y constituir hogares propios. Así, las relaciones familiares se vuelven menos conflictivas, dado que todos los participantes optan por la coexistencia pacífica, con mayor o menor grado de comunicación, según los casos. En nuestro caso se caracteriza por la importancia fundamental que la familia tiene para proporcionar estabilidad material, emocional y de valores a los jóvenes, más incluso que en etapas anteriores, supliendo funciones que ni la escuela, el mercado ni el estado son capaces de cumplir.

Artículo publicado en la revista Ábaco no. 37

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Por Eduardo Thomas Téllez

Más que una simple tristeza o una crisis, es una enfermedad mental que se agrupa dentro de los llamados trastornos afectivos o del ánimo. Sus manifestaciones, evolución y pronóstico, así como sus causas fisiológicas, se conocen y tienen un tratamiento eficaz.

El nudo es sencillo, corre bien, no se atora ni se aflojará con el peso. No es el nudo que cierra la lazada en espiral, como en las películas, el cual delata de inmediato su siniestro uso. Román no está pensando en películas. Aprendió a hacer ese tipo de nudos con los Boy Scouts. Tampoco está pensando en eso.

Por la ventana de su recámara puede ver un cielo limpio, con dos o tres nubes lejanas que brillan al reflejo de la luz que muere en el horizonte.

También se le había ocurrido tirarse de cabeza por la ventana. Pero el horror de oír el estallido de su cráneo al romperse contra el piso, la posibilidad de no alcanzar el objetivo final y quedar lisiado, hicieron que desechara esa idea. Igual descartó, por inseguros, otros procedimientos, como cortarse las venas o tomar un montón de medicamentos.

Sin detenerse a ver las nubes ni las ramas mecerse con el viento, Román tensa la cuerda. No duda que soportará su peso: es la cuerda que usó para rapelear en las últimas salidas con el grupo de los Boy Scouts. Desde entonces ha pasado más de un año (hoy tiene 17), y en los días recientes, cuando ha pensado en esos campamentos, le parecen tan lejanos… como si hubiera sido en otra vida. Ya no se reconoce en ese Román alegre y emprendedor que siempre estaba de broma. Era el primero en levantarse. Cuando sus compañeros despertaban, él ya había avivado la fogata y estaba preparando café. No era por obligación que Román preparaba casi todo antes de que los demás estuvieran de pie. El acuerdo originalmente era que se turnaran. Pero Román se impacientaba y prefería hacerlo él mismo siempre que podía, para aprovechar el tiempo.

Le gustaba iniciar la caminata temprano, y si había que rapelear, hacerlo antes de que el Sol estuviera muy alto. No por nada le decían Román “el movido”. Ahora no se ocupa de esos recuerdos. Con manos temblorosas, termina de comprobar que el nudo funcione. Tiene prisa. No hay nadie en casa y tendrá por lo menos dos horas antes de que regresen su hermano y sus padres. Ellos sí habían notado los cambios en Román desde hacía dos o tres meses. Cuando el médico le preguntó desde cuándo se había sentido cambiado, primero le pareció que ese doctor estaba loco, que él siempre había sido así, como es. Entonces recordó que, precisamente unos días antes, él mismo había llegado a la conclusión de que su vida ya no era igual. Le parecía intolerable desde hacía más de dos semanas. Meses atrás, cuando cambió de escuela y tuvo que dejar el grupo Clan de los Boy Scouts, se había tornado hosco y no quería ver a nadie. Al principio sus padres no le dieron mucha importancia a este cambio. Pensaron que era natural, que todos los adolescentes son irritables, huraños y desconfiados.

Su madre se alarmó cuando vio que Román se negaba a salir con los amigos y que se la pasaba dormido la mayor parte del día, mientras que por la noche deambulaba buscando el sueño por los rincones de la casa. La imagen de esa sombra sufriente que recorría pasillos y estancias en busca de un lugar apacible para descansar hizo que la madre de Román recordara a su propia madre, que a los 45 años empezó a dormir durante el día y vivir de noche, sin hablar con nadie, taciturna hasta el día de su prematura muerte. Horrorizada, urgió a su esposo que aceptara buscar un psiquiatra que ayudara a su hijo.

Luis, el hermano, que ya había superado la adolescencia, sabía que lo de Román no era simple apatía. Sabía, por haberlo vivido recientemente, que por más que uno se ponga huraño y malhumorado, mantiene buenas relaciones con los amigos y que, fuera de casa, uno se puede divertir. Que siempre hay algo que te mueve, algo que te mantiene conectado a la vida: una novia, un pasatiempo. Román había perdido todo eso. Sin embargo, aunque Luis lo sabía, no lo decía. Era como si hubiera visto algo de pasada, algo a lo que no se le da importancia. Cuando el médico les explicó que con la depresión se pierde todo interés y que lo único que se desea es la soledad o la muerte, Luis lo vio con claridad.

El nudo está firme, corre bien y la cuerda soporta el peso. Ya antes de encontrar la cuerda de rapelear se le había ocurrido que desde el barandal de la doble altura que tiene la estancia de su departamento se podría sujetar la cuerda. No podía fallar. Mientras camina hacia el barandal, siente que se mueve despacio, como si se tratara de una película en cámara lenta, y percibe con mayor claridad las emociones que le han hecho la vida imposible en los últimos días. Está pálido y sudoroso, siente latir su corazón acelerado y con fuerza. Sin pensarlo, se lleva la mano izquierda al cuello y palpa, tembloroso, el lugar que deberá aprisionar la cuerda. Sacude la cabeza, como para alejar un mal pensamiento. Luego se dice: no tengo de otros, todos mis pensamientos son malos. No sirvo para nada, soy un inútil. Regresa, confundido, a su recámara.

Se detiene en el umbral y mira con atención hacia la cama, como si buscara algo muy importante. No busca nada, sólo ve las sábanas enredadas y el cojín con las huellas de las noches de insomnio que lo aplastan. La cama lleva días sin hacer y ahora Román observa este espectáculo como si fuera una novedad. Un escalofrío le recorre la espalda. Román desvía la vista, haciendo una mueca que pretende ser sonrisa. Intenta retomar el hilo de sus pensamientos: ¿A qué venía?… no sé… algo se me olvida… ¿dejar una nota? Siente nuevamente el latir apresurado de su corazón. Le falta el aire, se acerca a la ventana, pero es inútil: la respiración no mejora y el temblor se ha instalado nuevamente. Otra vez la crisis, piensa, volveré a perder el control, ya no sé qué hacer. Me ahogo, me falta el… Puede ser un infarto esta vez… me duele el pecho… y si mejor me arrojo por la ventana… de una vez, acabar ya… Se pasea de arriba abajo en la recámara, patea un zapato, quisiera alejarse de ahí. ¿Alejarme adónde? Se recrimina estar pensando lo mismo de siempre. Huir, esconderse, o mejor desaparecer. Jadea. Desesperado, azota la cuerda contra el piso y súbitamente la crisis empieza a amainar.

Con las piernas separadas, los brazos caídos, desfalleciente y mirando la cuerda a sus pies, retoma un ritmo sosegado de respiración y se siente nuevamente dueño de sus pensamientos. “Crisis de ansiedad” dijo el doctor. ¿De qué me sirve saber cómo se llaman si no las puedo evitar? Se deja caer sobre la cama y, más tranquilo, sigue haciéndose reproches. Parece que es la única actividad en la que logra concentrarse.

No sólo mi rendimiento en el estudio es malo, sino que ni me interesa, siento que es perder el tiempo ir a escuchar a los maestros que hablan de quién sabe qué. Ya ni mis amigos me hablan. Bueno, ¿cómo me van a hablar si yo no les tomo la llamada, y cuando han venido a buscarme no salgo de mi cuarto y hago que Luis o mi mamá los despidan? Eso me lo hizo notar el médico al que fuimos a ver ayer, pero ¿cómo voy a querer ver a esos idiotas que se la pasan riendo de babosadas incomprensibles para mí? Y el tarado de Roberto: que si me doy un toque, con eso se me pasa. “¿Se me pasa qué?”, le dije bien encabronado. “Pues la mala vibra que te traes, güey”, me respondió con aires de suficiencia, como si lo supiera todo. Y ahí estoy yo de menso aceptando el toque, que me puso peor que nunca, hasta con la paranoia de que la policía nos estaba buscando y todo mundo viéndome en la calle como si acabara yo de matar a alguien. Desde entonces ya no quise ver a nadie y me di cuenta de que nada vale la pena y lo mejor es morir.

No es que realmente Román quiera morir, pero no ve otra salida, y sobre todo siente que algo lo empuja a hacerlo, aún en contra de su voluntad. Ya se lo dijo al médico. Ayer, cuando él le preguntó, lo hizo sin rodeos, como quien pregunta la hora: “¿Y has pensado en matarte?” Normalmente esa pregunta le hubiera sentado en el hígado. Pero no, se sintió aliviado, como si le quitaran un peso de encima. Luego, el médico preguntó cómo, cuándo, con qué. No le quiso decir todo, pero sí le prometió que no se mataría. No supo por qué, pero lo prometió. Quizá porque de veras no quiere morir.

También se le había ocurrido tirarse de cabeza por la ventana. Pero el horror de oír el estallido de su cráneo al romperse contra el piso, la posibilidad de no alcanzar el objetivo final y quedar lisiado, hicieron que desechara esa idea. Igual descartó, por inseguros, otros procedimientos, como cortarse las venas o tomar un montón de medicamentos.

Sin detenerse a ver las nubes ni las ramas mecerse con el viento, Román tensa la cuerda. No duda que soportará su peso: es la cuerda que usó para rapelear en las últimas salidas con el grupo de los Boy Scouts. Desde entonces ha pasado más de un año (hoy tiene 17), y en los días recientes, cuando ha pensado en esos campamentos, le parecen tan lejanos… como si hubiera sido en otra vida. Ya no se reconoce en ese Román alegre y emprendedor que siempre estaba de broma. Era el primero en levantarse. Cuando sus compañeros despertaban, él ya había avivado la fogata y estaba preparando café. No era por obligación que Román preparaba casi todo antes de que los demás estuvieran de pie. El acuerdo originalmente era que se turnaran. Pero Román se impacientaba y prefería hacerlo él mismo siempre que podía, para aprovechar el tiempo.

Le gustaba iniciar la caminata temprano, y si había que rapelear, hacerlo antes de que el Sol estuviera muy alto. No por nada le decían Román “el movido”. Ahora no se ocupa de esos recuerdos. Con manos temblorosas, termina de comprobar que el nudo funcione. Tiene prisa. No hay nadie en casa y tendrá por lo menos dos horas antes de que regresen su hermano y sus padres. Ellos sí habían notado los cambios en Román desde hacía dos o tres meses. Cuando el médico le preguntó desde cuándo se había sentido cambiado, primero le pareció que ese doctor estaba loco, que él siempre había sido así, como es. Entonces recordó que, precisamente unos días antes, él mismo había llegado a la conclusión de que su vida ya no era igual. Le parecía intolerable desde hacía más de dos semanas. Meses atrás, cuando cambió de escuela y tuvo que dejar el grupo Clan de los Boy Scouts, se había tornado hosco y no quería ver a nadie. Al principio sus padres no le dieron mucha importancia a este cambio. Pensaron que era natural, que todos los adolescentes son irritables, huraños y desconfiados.

Su madre se alarmó cuando vio que Román se negaba a salir con los amigos y que se la pasaba dormido la mayor parte del día, mientras que por la noche deambulaba buscando el sueño por los rincones de la casa. La imagen de esa sombra sufriente que recorría pasillos y estancias en busca de un lugar apacible para descansar hizo que la madre de Román recordara a su propia madre, que a los 45 años empezó a dormir durante el día y vivir de noche, sin hablar con nadie, taciturna hasta el día de su prematura muerte. Horrorizada, urgió a su esposo que aceptara buscar un psiquiatra que ayudara a su hijo.

Luis, el hermano, que ya había superado la adolescencia, sabía que lo de Román no era simple apatía.

Sabía, por haberlo vivido recientemente, que por más que uno se ponga huraño y malhumorado, mantiene buenas relaciones con los amigos y que, fuera de casa, uno se puede divertir. Que siempre hay algo que te mueve, algo que te mantiene conectado a la vida: una novia, un pasatiempo. Román había perdido todo eso. Sin embargo, aunque Luis lo sabía, no lo decía. Era como si hubiera visto algo de pasada, algo a lo que no se le da importancia. Cuando el médico les explicó que con la depresión se pierde todo interés y que lo único que se desea es la soledad o la muerte, Luis lo vio con claridad.

El nudo está firme, corre bien y la cuerda soporta el peso. Ya antes de encontrar la cuerda de rapelear se le había ocurrido que desde el barandal de la doble altura que tiene la estancia de su departamento se podría sujetar la cuerda. No podía fallar. Mientras camina hacia el barandal, siente que se mueve despacio, como si se tratara de una película en cámara lenta, y percibe con mayor claridad las emociones que le han hecho la vida imposible en los últimos días. Está pálido y sudoroso, siente latir su corazón acelerado y con fuerza. Sin pensarlo, se lleva la mano izquierda al cuello y palpa, tembloroso, el lugar que deberá aprisionar la cuerda. Sacude la cabeza, como para alejar un mal pensamiento. Luego se dice: no tengo de otros, todos mis pensamientos son malos. No sirvo para nada, soy un inútil. Regresa, confundido, a su recámara.

Se detiene en el umbral y mira con atención hacia la cama, como si buscara algo muy importante. No busca nada, sólo ve las sábanas enredadas y el cojín con las huellas de las noches de insomnio que lo aplastan. La cama lleva días sin hacer y ahora Román observa este espectáculo como si fuera una novedad. Un escalofrío le recorre la espalda. Román desvía la vista, haciendo una mueca que pretende ser sonrisa. Intenta retomar el hilo de sus pensamientos: ¿A qué venía?… no sé… algo se me olvida… ¿dejar una nota? Siente nuevamente el latir apresurado de su corazón. Le falta el aire, se acerca a la ventana, pero es inútil: la respiración no mejora y el temblor se ha instalado nuevamente. Otra vez la crisis, piensa, volveré a perder el control, ya no sé qué hacer. Me ahogo, me falta el… Puede ser un infarto esta vez… me duele el pecho… y si mejor me arrojo por la ventana… de una vez, acabar ya… Se pasea de arriba abajo en la recámara, patea un zapato, quisiera alejarse de ahí. ¿Alejarme adónde? Se recrimina estar pensando lo mismo de siempre. Huir, esconderse, o mejor desaparecer. Jadea. Desesperado, azota la cuerda contra el piso y súbitamente la crisis empieza a amainar.

Con las piernas separadas, los brazos caídos, desfalleciente y mirando la cuerda a sus pies, retoma un ritmo sosegado de respiración y se siente nuevamente dueño de sus pensamientos. “Crisis de ansiedad” dijo el doctor. ¿De qué me sirve saber cómo se llaman si no las puedo evitar? Se deja caer sobre la cama y, más tranquilo, sigue haciéndose reproches. Parece que es la única actividad en la que logra concentrarse.

No sólo mi rendimiento en el estudio es malo, sino que ni me interesa, siento que es perder el tiempo ir a escuchar a los maestros que hablan de quién sabe qué. Ya ni mis amigos me hablan. Bueno, ¿cómo me van a hablar si yo no les tomo la llamada, y cuando han venido a buscarme no salgo de mi cuarto y hago que Luis o mi mamá los despidan? Eso me lo hizo notar el médico al que fuimos a ver ayer, pero ¿cómo voy a querer ver a esos idiotas que se la pasan riendo de babosadas incomprensibles para mí? Y el tarado de Roberto: que si me doy un toque, con eso se me pasa. “¿Se me pasa qué?”, le dije bien encabronado. “Pues la mala vibra que te traes, güey”, me respondió con aires de suficiencia, como si lo supiera todo. Y ahí estoy yo de menso aceptando el toque, que me puso peor que nunca, hasta con la paranoia de que la policía nos estaba buscando y todo mundo viéndome en la calle como si acabara yo de matar a alguien. Desde entonces ya no quise ver a nadie y me di cuenta de que nada vale la pena y lo mejor es morir.

No es que realmente Román quiera morir, pero no ve otra salida, y sobre todo siente que algo lo empuja a hacerlo, aún en contra de su voluntad. Ya se lo dijo al médico. Ayer, cuando él le preguntó, lo hizo sin rodeos, como quien pregunta la hora: “¿Y has pensado en matarte?” Normalmente esa pregunta le hubiera sentado en el hígado. Pero no, se sintió aliviado, como si le quitaran un peso de encima. Luego, el médico preguntó cómo, cuándo, con qué. No le quiso decir todo, pero sí le prometió que no se mataría. No supo por qué, pero lo prometió. Quizá porque de veras no quiere morir.

¡Ya no aguanto la pinche angustia! ¡Lo tengo que hacer!, y ahora con todo mundo cuidándome no será fácil. Lo tengo que hacer… ya ni duermo, no como, estoy en los huesos; luego siento que me falta el aire y quiero echarme a correr, así no se puede. Así no se puede vivir.

Durante la mañana estuvo bastante más tranquilo. Se dijo que hablar con el médico había servido de algo y por algunas horas ya no pensó en morir. Cuando supo que estaría solo parte de la tarde, esas ideas volvieron a asaltarlo. Al principio luchó contra ellas, recordando las cosas que el médico le había dicho sobre la depresión, pero su tendencia al pesimismo le hacía refutar amargamente toda la información. ¡A mí qué me importa que el 5% de la población sufra de este mal! ¡Yo no quiero ser de ese 5%! ¿Por qué yo? ¿Nada más porque mi abuela también lo sufrió? ¿Y porque otros dos o tres miembros de la familia también lo tuvieron? ¡No es justo, yo no escogí esto! Entonces pensó nuevamente en matarse.

Antes de buscar la cuerda en su clóset ya había repasado todo lo que el médico le había dicho el día anterior: que la depresión es una enfermedad, que en los adolescentes es más fatiga, desgano, falta de deseos e irritabilidad y violencia que tristeza y ganas de llorar. Pues sí, puede que tenga razón el doctor, pero eso no me quita el impulso que me lleva a matarme, había pensado por la mañana Román, en un diálogo consigo mismo que armó con el recuerdo de la consulta del día anterior. De esa manera buscaba convencerse de aguantar y no matarse, como le había prometido al médico.

Pero todo era inútil, el deseo de morir iba ganando terreno ya hacia medio día. Román apretó los ojos lo más fuerte que pudo y meciéndose, como quien lleva el ritmo de una canción, trató de recordar las cifras que sobre la depresión le había dado el médico. Repitió en voz alta, casi a gritos: ¡El 5% de la población sufre depresión! ¡El 10% de quienes la padecen termina suicidándose! Román repitió una y otra vez esta información a manera de ensalmo, para no pensar en su propio suicidio. Y como consuelo también pensó: ¡El 70% de los deprimidos responden bien al tratamiento antidepresivo, y se recuperan! Sí, había concluido con desconsuelo, pero eso quiere decir que el 30% no responden bien al tratamiento, ¡y yo podría estar en ese grupo de desahuciados! El doctor no había dicho que fueran desahuciados. Dijo más bien que eran casos de depresión resistente y que, con tratamientos especiales, podrían responder. Pero Román pensó que no era verdad, que ésos ya no tienen remedio.

Nada le quitaba de la cabeza la idea de acabar de una vez por todas; ni la prolija explicación de cómo actúan los medicamentos antidepresivos, ni la promesa de que en dos semanas se empezaría a sentir mejor, ni la oportunidad de regresar a platicar con el médico, quien además le ofreció darle un tratamiento psicológico junto con las medicinas. Román buscó y encontró la cuerda del rapeleo final.

Sentado en la cama y con la cabeza entre las manos, viva imagen de la desesperanza, contempla nuevamente la cuerda que lo invita a continuar su plan. Regresa decidido al barandal y sujeta firmemente la cuerda con un doble nudo. Jala hacia sí, tensando y comprobando la resistencia. De pronto, al comprobar que soporta el peso y que no hay nada que le impida colgarse, con movimientos rápidos desata la cuerda, la enrolla y, casi corriendo, regresa a su recámara. Oculta la cuerda bajo el colchón.

Esa noche, por primera vez en meses, duerme a pierna suelta. No se quiere matar, pero sabe que si no hay más remedio, tiene con qué escapar del suplicio que es la depresión. Es su salida de emergencia. Si lo del doctor no funciona, ya sabe qué hacer. Antes de quedarse dormido desliza la mano bajo el colchón y siente la cuerda, la acaricia como se acaricia una esperanza y eso le ayuda a conciliar por fin el sueño.

Los trastornos afectivos

Román tiene un trastorno depresivo. Es una enfermedad mental que se agrupa dentro de los llamados trastornos afectivos o del ánimo, no una simple tristeza ni una crisis de la adolescencia. Sus manifestaciones, evolución y pronóstico, así como sus causas fisiológicas, se conocen y tiene un tratamiento difícil, pero eficaz. El ánimo está controlado por el sistema nervioso. Diversos circuitos neuronales del cerebro se encargan de regular nuestras emociones. Pocas veces pensamos en esto porque nos parece que el ánimo se controla solo, que depende de cómo nos va en la vida. Si nos va bien estaremos contentos y si no, sufriremos.

El ánimo es un conjunto de reacciones que nos permite adaptarnos a las circunstancias que vivimos. La tristeza es un retraimiento tanto de emociones como de actividad física que nos ayuda a recuperar fuerza y a restablecer nuestro trato funcional con el mundo exterior. La alegría es la evidencia de una relación armónica con nuestro entorno y con nosotros mismos. Los trastornos afectivos ocurren cuando algo afecta el funcionamiento de las células que constituyen los circuitos reguladores del ánimo. La incapacidad de mantener un ánimo que permita funcionar de manera adaptativa con el entorno y consigo mismo constituye el espectro de los trastornos afectivos. El estado de ánimo del afectado puede ir desde la tristeza más profunda hasta la exaltación eufórica.

Según cómo aparecen y evolucionan, los trastornos afectivos se clasifican en cuatro modos básicos, que pueden tener variantes e intensidades diferentes:

Trastorno afectivo bipolar. En este caso el trastorno evoluciona con periodos largos de depresión que se alternan con estados de euforia y aceleración de todos los procesos mentales. Si los síntomas de exaltación anímica son graves, se clasifica como tipo I, si son atenuados se clasifica como tipo II. Aunque ahora se han descrito otras variantes de trastorno bipolar, estas dos formas son las más comunes y bastan para ilustrar el problema.

Trastorno distímico. Se trata de una depresión crónica, no episódica, de por lo menos dos años de duración (en niños y adolescentes la duración mínima para establecer el diagnóstico es de un año), aunque de intensidad leve.

Trastorno ciclotímico. En este caso el ánimo fluctúa de manera constante, por lo menos durante dos años, entre síntomas depresivos y eufóricos, pero con intensidad leve, de manera que no se pude establecer el diagnóstico de bipolaridad o depresión mayor.

Trastorno depresivo mayor. Consiste en uno o más episodios depresivos sin episodios eufóricos. Es el caso de Román, como veremos más adelante. Atendiendo a su origen, los trastornos afectivos pueden ser primarios y secundarios. Los primarios, descritos someramente arriba, tienen su origen en los mismos circuitos reguladores del ánimo y seguramente tienen un importante componente genético. Los secundarios tienen otras causas; así, puede haber un trastorno depresivo secundario a otra causa médica, por ejemplo lupus eritematoso generalizado o hipotiroidismo. También puede ser causado por el uso frecuente de estimulantes o alcohol. Finalmente, también puede haber trastornos afectivos secundarios a otra enfermedad mental, como la esquizofrenia o los trastornos de la personalidad.

¿Cómo es la depresión?

En la depresión, la percepción del mundo cambia. Todo parece sombrío, lento y vagamente amenazador, lo que produce una tendencia al aislamiento, a la ansiedad, la falta de concentración y la disminución de la capacidad de atención. Simultáneamente, el paciente se siente inútil, pierde la confianza en sí mismo, se siente culpable y tiende a hacerse reproches. Se apoderan de su pensamiento ideas pesimistas, de enfermedad, de muerte y de suicidio, que con frecuencia llevan a su realización. El enfermo muestra también un marcado desinterés por cosas que anteriormente le resultaban atractivas, pierde la capacidad de disfrutar; generalmente abandona su cuidado personal, y se dedica a rumiar ideas pesimistas.

Es frecuente que sus movimientos se vuelvan lentos y torpes; tiene la percepción de que el paso del tiempo se alarga desesperadamente y espera con ansia la llegada de la noche para poder descansar del sufrimiento de estar vivo. Casi siempre puede empezar a dormir bien, pero se despierta por la madrugada para reiniciar el ciclo de desesperanza. Con mucha frecuencia también pierde el apetito y baja de peso notablemente. En resumen, es exactamente lo que le ocurre a Román. Sin embargo, en los adolescentes el cuadro clínico no siempre es tan claro. En ellos, como en los niños, los síntomas pueden estar enmascarados por intensa irritabilidad y conductas agresivas.

Lo que le ocurre a Román es terrible y, por desgracia, frecuente. Los prejuicios acerca de las enfermedades mentales hacen que tanto los pacientes como sus allegados tiendan a ocultar el padecimiento como si éste fuera vergonzoso, lo que da la impresión de que es algo poco común. Quien tenga un problema semejante al de Román debería buscar ayuda de inmediato, sin atender a esos prejuicios.

El diagnóstico

Aunque el diagnóstico en ocasiones puede ser complicado, la mayoría de las veces se establece de manera sencilla con una buena entrevista clínica que incluya antecedentes familiares, descripción detallada de los síntomas, su evolución desde el inicio, intensidad, síntomas físicos que pueden acompañarlos (como cambios en el apetito, el peso corporal y el ritmo de sueño y vigilia). También se requiere una buena exploración física y exámenes de laboratorio básicos que permitan descartar otras causas médicas de la depresión. El criterio para establecer el diagnóstico es eminentemente clínico.

Contamos con escalas de aplicación rápida y de autoaplicación que pueden servir para hacer una primera evaluación, pero los criterios diagnósticos se han establecido a lo largo de años de práctica clínica y en discusión con expertos de todo el mundo que se han reunido para ir afinando un lenguaje común y homogeneidad diagnóstica para la investigación clínica sin confusiones. Existen dos sistemas de diagnósticos que son prácticamente equivalentes: la Clasificación Internacional de Enfermedades, versión 10, y el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, versión IV, el cual comprende nueve grupos de síntomas.

Criterios para diagnósticos de depresión mayor

Debe incluir al menos cinco síntomas de los siguientes nueve grupos durante un mínimo de dos semanas, y siempre han de estar presentes el punto 1 o el 2.
1. Estado de ánimo deprimido o irritable.
2. Pérdida de interés o de capacidad para el placer en todas o casi todas las actividades habituales.
3. Pérdida o aumento significativo de peso o del apetito.
4. Insomnio o sueño exagerado.
5. Agitación o lentitud mental y de movimientos.
6. Fatiga o pérdida de energía.
7. Sentimiento excesivo de inutilidad y culpa.
8. Disminución de la capacidad de pensar y concentrarse.
9. Ideas repetidas de muerte, pensamientos suicidas o intento de suicidio

Fuente: Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, versión IV, de la American Psychiatric Association (DSM-IV)

La complicación diagnóstica, cuando la hay, consiste en la dificultad que algunas personas tienen para expresar lo que les sucede; en particular puede ser el caso de los niños y adolescentes. Además pueden coexistir otras enfermedades o situaciones sociales y culturales que empañan la sintomatología depresiva, como el uso de drogas y problemas o conflictos interpersonales, a los que con frecuencia se atribuye el cuadro depresivo como si se tratara de una consecuencia natural y no de una enfermedad.

Estamos acostumbrados a pensar que los diagnósticos deben establecerse con pruebas de laboratorio o de gabinete. Para los trastornos afectivos no existen pruebas de este tipo que sean suficientemente confiables. Se han descrito un par de pruebas que inicialmente se pensó servirían a este propósito, sin embargo tienen un alto índice de fallas, lo que impide usarlas en la práctica clínica. Haciendo una observación cuidadosa, la evolución de los síntomas en el tiempo generalmente termina por aclarar los diagnósticos difíciles.

Las causas

Se puede decir que no hay duda que Román tiene un episodio depresivo mayor, pero, ¿por qué le pasa esto a él precisamente? Cualquiera que sufra una enfermedad importante se hace esta pregunta, y no siempre se puede contestar de manera satisfactoria.

Román tiene antecedentes familiares de depresión. Su abuela y dos tíos la han sufrido. Desde hace tiempo sabemos que la depresión es una enfermedad familiar. Los estudios que se han hecho indican sin duda que los miembros de una familia con depresión tienen mayor riesgo de sufrirla que la población general. Si uno de los padres la sufre, el riesgo para los hijos es del 28%, mientras que para la población general es del 5%.

Los estudios de genética en la depresión tampoco dejan duda de que se trata de un padecimiento con un importante componente hereditario. Sin embargo, es necesario aclarar que se hereda una predisposición para sufrir la enfermedad, la cual puede o no desarrollarse según cómo influyan los factores sociales y ambientales. Alguien puede tener la predisposición genética para ser alto, digamos de más de 1.80 m, pero si su alimentación no es adecuada quizá no pase de 1.70 m. De la misma manera, se requiere algún tipo de influencia para el desarrollo de la depresión, pero los factores que la determinan y la manera de hacerlo no están plenamente identificados. Se dice que el abandono infantil, las pérdidas afectivas y los ambientes violentos, por ejemplo, podrían propiciar la depresión.

En el caso de Román, quizá los padres, por motivos de trabajo, se han alejado de él, o bien el muchacho pudo haber vivido el cambio de escuela como una pérdida de amigos y de su entorno anterior, al que tenía mucho apego. Finalmente, los cambios propios de la adolescencia pudieron influir también para que se expresara la tendencia genética a la depresión.

La depresión y el sistema nervioso

Los genes organizan tanto la estructura de las células como la producción de las sustancias necesarias para su funcionamiento (enzimas, hormonas, neurotransmisores, etc.). También contienen la información que permite un adecuado funcionamiento de los complejos sistemas de autorregulación en el organismo. Las neuronas en su aspecto exterior están constituidas por cuerpo, dendritas y axón. Estas estructuras filamentosas mantienen la comunicación entre las neuronas a través de subestructuras llamadas botones sinápticos, toda esta arquitectura celular está organizada por los genes.

Gracias a ellos, también se producen los neurotransmisores, sustancias que llevan información de una neurona a otra. Los que están relacionados con la regulación del ánimo son la serotonina, la dopamina, la norepinefrina y la acetilcolina. Éstas se almacenan, dentro de la neurona, cerca de las sinapsis, que son los sitios de conexión entre dos neuronas. La señal, que una neurona debe comunicar a otra para mantener la función que le corresponde, viaja en forma de impulso eléctrico por la membrana de la neurona. Al recibirse la señal en el botón sináptico, los neurotransmisores se liberan, llegan a la membrana de la neurona contigua y ahí encuentran receptores. Éstos son zonas especiales de la membrana con una forma que sólo permite que se acople a ellos un neurotransmisor específico. Después de haber cumplido su función, el neurotransmisor puede ser recuperado por la neurona que lo emitió para reutilizarlo o eliminarlo. La recaptura del neurotransmisor la hace otra zona especializada de membrana neuronal, que funciona a manera de bomba activa. La bomba reconoce al neurotransmisor y lo introduce nuevamente en la neurona.

El buen funcionamiento de los estados de ánimo depende de la operación equilibrada de los neurotransmisores, las enzimas (sustancias que intervienen en su producción y su degradación para eliminarlos), los receptores y las bombas de recaptura de los circuitos que utilizan los diversos neurotransmisores. Una alteración en cualquiera de estos elementos podría ser la responsable de los cuadros clínicos de depresión. Aunque algunos medicamentos antidepresivos actúan inhibiendo la acción de una enzima, la gran mayoría de los que se usan actualmente bloquean la acción de la bomba que recaptura al neurotransmisor, de manera que la concentración de éste entre las neuronas aumenta, con lo que a la larga se propicia una recuperación del equilibrio perdido.

Se han realizado numerosas investigaciones para entender el origen de la depresión. Diversos estudios de imagen y de electroencefalografía describen hallazgos relacionados con los trastornos afectivos. Todo indica que se trata de alteraciones en las regiones cerebrales que se encuentran por debajo de la corteza del piso de los lóbulos frontales del cerebro, sobre todo del lado derecho. Sin embargo, las anomalías encontradas indican que también podrían participar otras estructuras cerebrales y los resultados de los estudios no son homogéneos. Aunque éstos no son concluyentes, sí nos dan una idea de dónde se podrían producir los trastornos afectivos.

El tratamiento

¿Y ahora?, se preguntaría Román, ¿qué pasará conmigo, con mi vida? Si bien es cierto que hay episodios depresivos únicos, que no se repiten, la verdad es que esto no es lo común. La depresión en adolescentes tiende a ser complicada. Se trata de una población más vulnerable porque la maduración orgánica general no se ha completado del todo y las experiencias de esa época de la vida serán determinantes para que se consolide la estructura de personalidad.

El inicio temprano de la depresión podría explicarse por una mayor carga genética, lo que produciría cuadros clínicos más graves y de difícil manejo, con riesgo en particular de sufrir otros trastornos mentales asociados, como esquizofrenia, ansiedad (fobias, ansiedad generalizada, trastorno obsesivo compulsivo), trastornos de la personalidad y sobre todo trastornos por consumo de sustancias. No es raro que la depresión del adolescente sea la primera manifestación de un trastorno bipolar con episodios graves y frecuentes de exaltación y depresión. Además los adolescentes no responden tan bien a los tratamientos como los adultos y el inicio del tratamiento con antidepresivos, se ha dicho, puede dar energía e impulsividad que aumenten el riesgo de suicidio. La situación para Román y para cualquier adolescente que sufre este problema es seria, pero hay mucho que hacer para revertir este pronóstico tan desfavorable.

Es muy posible que la gravedad de la depresión en esta edad se deba, en parte, a que se diagnostica tardíamente. Se le deja pasar sin atención porque no se entiende lo que sucede y se pierde tiempo antes de que pueda intervenir un especialista. Un tratamiento eficaz, oportuno y con atención intensiva puede ayudar a disminuir la gravedad y evitar las complicaciones como el consumo de drogas y alcohol, que resultan también factores del mal pronóstico. El control adecuado, al evitar las recaídas, también mejora la evolución futura.

Un buen tratamiento se inicia con la detección y diagnóstico oportuno. Desde el principio el psiquiatra debe establecer con el paciente una relación de confianza que permita realizar una alianza terapéutica, es decir, ambos, paciente y terapeuta, trabajarán juntos en el tratamiento de la depresión. Se debe propiciar que, con la información que el médico proporciona, el paciente sea capaz de entender lo que le pasa y trabaje de manera activa en su recuperación, buscando siempre el apoyo de su médico. Debe comunicarle sus ideas pesimistas, ideas de muerte y deseos suicidas cada vez que éstos se presenten y realizar las acciones que le permitan, poco a poco, reintegrarse a su ambiente.

El médico debe diseñar una estrategia de tratamiento a medida de las necesidades de su paciente, en general, se debe combinar psicoterapia y medicamentos (antidepresivos, ansiolíticos u otros), según sea necesario. Es verdad que muchos estudios demuestran que los adolescentes no siempre responden bien a los fármacos, pero, bien empleados, éstos pueden significar la diferencia entre una vida destrozada por la enfermedad y una vida normal, quizá con algunas recaídas en el futuro, pero más fácilmente controlables, de recuperación más rápida y sin repercusiones tan terribles.

Se ha observado que la psicoterapia más eficaz es la que se dirige específicamente a la depresión y no las encaminadas a corregir rasgos de personalidad. La terapia debe plantearse objetivos inmediatos que respondan a la situación actual del paciente, y no resolver problemas del pasado que no sean vigentes; asimismo, puede incluir, si es necesario, la participación de la familia o las personas cercanas al paciente. Cuando sea oportuno, el terapeuta debe aconsejar y dirigir al paciente hacia las acciones que más convenga para evitar situaciones de ansiedad y conflictos que agraven la condición depresiva.

El futuro de Román puede ser mejor gracias a que acudió oportunamente con un médico que conoce el problema, y a que ya estableció una buena relación con él. También es bueno que haya decidido darle una oportunidad al tratamiento y que haya sabido evitar la complicación del consumo de drogas. Román no tiene por el momento ninguna otra enfermedad que pueda influir adversamente, su familia está deseosa de ayudarlo, se ha enterado de qué le pasa y ya cooperan en lo que pueden con el tratamiento. Después de todo, el pronóstico de Román puede mejorar mucho.

Eduardo Thomas Téllez es médico especialista en psiquiatría por la UNAM y el Hospital Español de México; certificado por el Consejo Mexicano de Psiquiatría.
http://www.comoves.unam.mx/

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